viernes, 26 de julio de 2013

El rodaje que se me escapó de las manos

¿Quién no ha dicho nunca la última y nos vamos y termina cerrando todos los bares? ¿Qué runner no ha salido a rodar “sólo un poquito” y después se ha cascado dos horas como un campeón?

El domingo fue uno de esos días. Con música de los noventa y el viento del noreste como única compañía salí a correr por Riaza a eso de las 08:30. “Una horita y poco tranquila y me vuelvo” me dije.

Sorpresa por la ausencia de calor. “¡Ooooootia!” “¡Cómo ha bajado la temperatura!”. 12º-15ºC frente a los 20 de días atrás. No hace calor, lo que se agradece, por lo que me voy animando progresivamente. No sudo (apenas), no me suben las pulsaciones tan rápido… por lo que me dejo llevar. Carretera de Riofrío para arriba voy feliz como una perdiz. No busco la sombra como los perros a partir de febrero; hace incluso fresquete en las zonas más umbrías… los abuelos que salen a pasear llevan incluso chaqueta.

“Nubes de evolución” sobre el Pico del Lobo ¿Tan poco dura el verano por aquí? No intento llegar a Riofrío; el flipe se ha cobrado su factura en forma de ritmo desbocado y el corazón igual que en el minuto 116 del glorioso partido del 11/7/2010. Me quedaba casi un kilómetro para llegar al pueblo y había estado yendo a una media de 4:56. Menos mal que eso era un ritmo tranquilo, que si llego a salir con la idea de meterle caña no paro hasta La Quesera, ya en la frontera con Guadalajara.

Me doy la vuelta. El viento me da en la chepa, fresquito a más no poder. La nube de evolución está más negra que los cojones de un grillo. ¿Nos joderá también el día como ayer en La Tejera Negra? Parece que sí, porque arriba en las montañas se oyen truenos. Y no creo que estén de fiestas porque es alucinante lo despoblado que está esta zona entre Segovia, Guadalajara y Madrid.

El ritmo cardiaco baja y la velocidad va a más. Los cinco kilómetros siguientes, tres de bajada, uno de ligera subida y otro de bajada suave, me salen a 4:41. En el km 9 oigo “¡¡ese pandareñoooo!” y me paro. Llevo la camiseta de la Panda del Muro y me saludan, un compañero que anda por la zona. Nos ponemos a hablar y me cuenta los caminos por donde entrenar maratones. Algunos, pocos, los conozco. Otros los intuyo y la mayoría los ignoro. Uno, que bordea el pueblo desde la piscina es conocido como la “M-40” y es que la gente es muy cachonda, porque es el camino más transitado del pueblo. Otro va desde la M40 hasta Riofrío y desde allí a Hontanares para volver “veintitantos kilómetros de nada”. Joder, pero por caminos de tierra y buenas pendientes deben equivaler a una maratón.


Nos despedimos ocn un hasta luego, que el pueblo es pequeño para volver a verse. Últimos tres kilómetros, que quería volver pronto, y sigo yendo más rápido. ¿Digo rápido? Qué va, vuelo a 4:32. Sin tener sensación de agobio llego al km12, momento en el que me saco dos pavos de la riñonera friki del portabidón y compro el pan. Sólo me queda un kilómetro hasta casa que hago barra en mano como si estuviera en un 4x400, sólo que no soy jamaicano y en la mano llevaba dos barras de cuarto 4:44 me sale el último kilómetro de esta guisa y llego a casa después de haber corrido a 4:46. No he rodado, tampoco le he metido caña. Simplemente me he dejado llevar por las sensaciones. Porque hablamos de correr ¿no? Pues eso, el domingo corrí.

jueves, 18 de julio de 2013

EL timo de los alimentos para deportistas

Que el marketing es el arte de vender mierda enlatada a precio de oro está fuera de toda duda. La mayoría de las necesidades de las sociedades “desarrolladas” son artificialmente creadas por expertos que piensan (con cierta razón) que somos gilipollas a los que nos pueden colocar cualquier producto. No hay, pues, productos malos sino campañas inadecuadas.

¿Qué por qué escribo esto? Porque de un tiempo a esta parte empiezo a estar hasta las pelotas que nos la intenten meter doblada (con perdón) una y otra vez con productos (generalmente alimentos) supuestamente para deportistas.

Productos que, con un mínimo de transformación, prensado o etiquetado multiplican por diez ó más su precio.

A mí, que tengo el vicio de leer, me da por ver de vez en cuando la composición de los alimentos por aquello de saber qué me meto en el cuerpo y qué le doy a los enanos y no paro de enervarme.

Por ejemplo, las barritas de “cereales”. Supuestamente son la hostia: 25 gramos de “cereales” pata negra que ríete tú del Blevit Plus Forte. Son cómodas de llevar tanto en la mochila de triatleta globero como en el bolso de la raqueta de pádel para consumir en pleno esfuerzo y que nos dan una retropropulsión sin par a la vista de cómo se nos presentan. Con ellas llegaremos a bolas que ni Nadal o llevaremos un desarrollo que Induráin nunca soñó. Vienen en cajas multicolor y, al peso, salen por 15 pavos/kilo. ¿alternativa? Galletas María o similares, según gustos. Mismas calorías, más fibra, mismo porcentaje de carbohidratos. sólo que tienen menos grasas (saturadas y no saturadas) y la mitad de glucosa. Ah, y cuestan la cuarta parte, que por tres pavos te dan una caja de marca de kilo y un imán para la nevera. Si son galletas Hacendado –que las hace Siro-ni te cuento lo que te dan por tres pavos.

¿Y de los geles? Aquí ya es de juzgado de guardia. Una bolsita de mierda del patrocinador del último MAPOMA no baja de 1,79 (sospechosamente el mismo precio en cualquier sitio) por 41 gramos, unos 44 pavos por kilo, precio de Marqués de Riscal Gran Reserva. ¿Cómo se anuncian? Como una “exclusiva mezcla de glucosa y fructosa 2:1”. Cágate lorito; la receta de la mermelada de fresa de mi tía abuela de Murcia tiene esa misma proporción, medio kilo de azúcar por cada kilo de fresas. “Es que tiene riboflavina” dicen, coño, claro, como todas las frutas, que la riboflavina es la vitamina b2. “Y maltodextrina” argumentan. Claro, normal, todos los hidratos de carbono (el azúcar lo es) lo tienen en mayor o menor medida, obteniéndose del almidón. “Y ácido ascórbico”, vitamina C. “Y sodio” ¿Cómo era? Ah, sí, sal. Yo, por si acaso, voy a hacer igual que Javi, al que las monodosis de mermelada le sientan tan bien, y es que si queremos alcanzar la sabiduría hay que aprender de los sabios. Y los 44 pavos me los meto pal pecho en forma de Pesquera Gran Reserva.


Runner probando el último sabor de los geles para deportistas

¿Hablamos de bebidas “isotónicas”? Más de lo mismo aunque con menos diferencia. El litro de estas bebidas sale  por 2 pavos (aprox). Una sencilla limonada (una cuarta parte de zumo de limón, tres cuartas partes de agua y azúcar a discreción) sale mucho menos de la mitad, es igual de isotónica y tiene los mismos componentes. Y con chorrito de ron y un poco de hierbabuena tenemos un delicioso mojito, que muy isotónico no es pero está de puta madre.


 Donde se ponga un mojito que le den al Powerade


A veces un poco de difusión del conocimiento nos puede ayudar a saber si nos tangan a no. Y luego decidir en qué gastarnos el dinero, que para eso uno se lo gasta en lo que quiere. Como si se trata de unas zapatillas de 120 pavos cada seis meses, panda de caprichosos (léase con la mayor de las ironías, que soy el primero).

jueves, 11 de julio de 2013

Esos momentos en los que disfrutas como corredor

La semana posvacacional empezó con calor. Con mucho calor. Lo que viene a ser Julio en el interior peninsular. Después de una semana en la que la principal preocupación era beberse una “udos” cervezas a veintitantos grados de temperatura ambiente(es lo que tiene el microclima malagueño), la vuelta a la realidad se manifestó cruel en forma de camisa abrochada hasta el cuello y unos mocasines que me empeñé cerrar con el velcro chanclero, la inercia playera.

Tres carreritas intersemanales a ritmos discretos (el chiringuito tuvo sus efectos secundarios en forma de un kilo en la lorza y casi 5:00/km) y a unas horas en las que para despertarse hay que avisar antes a la Comunidad de Vecinos para no sobresaltar a nadie.

El domingo, sin embargo, hice uno de esos rodajes de libro. Tanto por los tiempos como por el recorrido. Salí por Riaza (Segovia, en la frontera con Madrid y Guadalajara en la Sierra de Ayllón). Dado que iba a hacer calor me llevé el cinturón de hidratación, ése que es de frikis según mi mujer pero que viene tan bien cuando el calor y la sed aprietan en medio del campo. Salí un poco más tarde lo que esperaba pero aún era temprano, y es que me entretuvieron con los encierros de Pamplona.

Con todo, poco antes de las 08:30 ya estaba en marcha. Dándole una vuelta al pueblo como calentamiento me dirigí por la carretera de Riofrío hasta el cruce con la carretera que lleva a La Pinilla. Hasta ahí, cuatro kilómetros, iba a 5:10. El día aún era fresco, unos 15-18º. A la sombra se estaba de escándalo y de vez en cuando corría un aire de lo más agradable. Al sol no tanto. A pesar de la hora y la altitud (1.100 mts sobre el nivel del mar) ya hacía calor.

Volviendo al pueblo, a 4:51 con perfil descendente, giré por una carretera que lleva al albergue por la que podía ver los casoplones que hay por ahí (mucho madrileño con pasta). Mi intención era meterme por un camino que se dirige a la Ermita de San Benito pero sobre la marcha pesó tanto el perfil del camino (con muchos toboganes) como la ausencia de sombras en los dos primeros kilómetros (el resto permanece aún ignoto para nosotros). Así que seguí de frente internándome por un robledal frondoso. “Quinientos metros y me vuelvo” Esto es chulísimo, un ratito más. “Otros quinientos”. Cayó un kilómetro y medio en realidad. Un perfil ascendente y un firme irregular hicieron que fuera a 5:03, un ritmo más que bueno en comparación con los primeros kilómetros y es que me flipo yo sólo.

Con diez kilómetros del tirón era el momento de beber agua y disfrutar del paisaje. Respirar hondo… qué olores, qué sonidos (ninguno, en realidad, solo los pájaros y mis pisadas), qué paz. Este es uno de esos momentos que todo runner se regala a sí mismo. No suelo hacer fotos cuando corro. Entre que me da pereza y que no he tenido un “esmarfon” hasta hace un mes no lo he considerado necesario, pero esta vez quería dejar constancia de dónde había estado (que luego se piensan que he estado en el Bingo).




Emprendo la vuelta y, casi sin darme cuenta voy subiendo el ritmo hasta un meritorio 4:43 en los cinco kilómetros que me quedaban. El cuerpo me pedía más, llevaba tres ó cuatro semanas sin rodajes y éste era uno de esos en los que más se disfruta. Pero también me pedía llegar pronto a casa para comunicar mi “descubrimiento”. Y es que un paseo por un robledal de dos km de largo, casi plano y con río donde tirar piedras es muy tentador.


¿Qué si hay cuestas en Riaza? Un huevo, por doquier. ¿Qué si las subo? Me abstengo de momento. Las cuestas de Madrid son una mariconada al lado de éstas, no me extraña lo aguerrido del carácter segoviano, que son capaces de sacarse un ojo, ponerle la lentilla y volvérselo a poner para hacerlo con mayor precisión y no andar a tientas. Tengo ganas de subir a Hontanares, a La Pinilla… pero más adelante. La verdad, os admiro a los que os apretáis un MAM o el GTP. Ya sé que el comer, el rascar y el escalar todo es empezar pero las pendientes positivas pueden conmigo aún.

viernes, 5 de julio de 2013

Corredor de vacaciones, corredor en vacaciones

La gran mayoría de los que estudiamos la EGB aún podemos decir de corrillo las preposiciones. Otra cosa es que sepamos el significado que aportan cuando se pone una u otra. No es lo mismo ir DE culo que ir a tomar POR culo.

Esto lo escribo porque en vacaciones me doy cuenta de que existe una subespecie “runner” que, como las flores del desierto, florecen al abrigo de la humedad que les proporciona un paseo marítimo cualquiera y tienen una vida efímera de una ó dos semanas.

Un corredor EN vacaciones implica que cuando uno no está de vacaciones no corre y se conjuga con el verbo SER. Un corredor DE vacaciones se conjuga con el verbo ESTAR

¿Cómo reconocerlos? Es fácil. Son los únicos runners que salen a correr cuando el paseo marítimo está petado. En realidad no corren, sino que hacen algo parecido al slalom por la cantidad de gente que tienen que sortear.

Las zapatillas les delata. Dependiendo de lo que tengan en el armario, lo mismo llevan unas de tenis, de baloncesto a las multitaco del niño. Y no, no hay zapatillas de pádel, son de tenis pero que cuestan 30 pavos más. Una mutación de esta subespecie lleva unas zapatillas de última generación impecablemente nueva que, en ocasiones, lleva incluida la etiqueta: las prisas por correr. La goma, más que gastarse, se pudre de lo que aguanta.

Con todo, el estilo es cuanto menos heterodoxo. Y no, no vale la manida excusa de que Emil Zatopek corría como si fuese a desarmarse mientras ganaba todas y cada una de las pruebas de fondo en Helsinki.

Runner en vacaciones


Los “runners” que corremos todo el año somos unos sibaritas. Nos gusta correr con un mínimo de condiciones. No nos gusta tener que hacer una paradinha delante de una bestia parda de Dusseldorf. Es desesperante tener que ir driblando a los domingueros del melón en la orilla en un palmo (quisiera ver yo si Messi tiene lo que hay que tener para correr por la orilla del mar en hora punta… que una cosa es regatearse a las cuatro nenas del Getafe en el Camp Nou y otra más seria es una cuadrilla de metalúrgicos de Sheffield cantando el “Rule Britannia”).


 Correr entre metalúrgicos de Sheffield


No somos asociales sino todo lo contrario: nos gusta correr con 10.000 personas más pero todos en la misma dirección y no tener la sensación de ir por el acelerador de partículas donde, por lo visto, el movimiento de las partículas es tan aleatorio como el del paseo vespertino por el Marítimo de Benidorm.



No, no he corrido en una semana de vacaciones en Benalmádena. Descartando la tarde-noche en la que la carrera se parecería más al viaje del Halcón Milenario en el campo de asteroides, la única hora buena, por temperatura y por ausencia de obstáculos es por la mañana muy temprano para estar antes de las 09:00 de vuelta. Pero es que a esa hora hay que estar prácticamente listo para el Desembarco de Normandía que supone ir con tres niños pequeños a la playa.



Mi experiencia corriendo por el Paseo Marítimo de Benidorm

Los runners que conozco suelen correr a esta hora porque, seamos sinceros, ¿quién le dice que no a una rubia muy fresca a mediodía?  Ojo, cerveza, que me canea la jefa.