miércoles, 12 de mayo de 2010

Fauna Ibérica II

Segunda y última entrega de FAuna Ibérica de Carril-Bici. Espero que os guste.

Las patinadoras. Dependiendo de su experiencia, suelen ir acompañadas de una amiga o de su pareja, si es que son expertas, o de un amigo, si es que no son nada expertas, en cuyo caso puede tratarse de un Pagafantas (que ya sabe lo que le toca, o lo que no) o del buenorro de turno (en cuyo caso es harto probable que nuestra amiga la patinadora sea la Pagafantas, porque suelen ser gays).

Otros animales, como… caballos. Si el carril-bici se ve afectado por una servidumbre de paso, no habría nada que hacer, pero es “de paso”, no “de paseo”. Estos animalitos tienen la costumbre de cagar, y los dueños de seguir cabalgando.

Pareja “Cometa” (circulan una vez en la vida). Se trata de una breve mutación de paseantes. Después de tres ó cuatro paseos a pie por el carril bici, deciden que ellos también tienen que ir en bici y, todo puestos, se van al Decartón si están tiesos o a una tienda de bicis que le ha recomendado el vecino, porque ellos son “alto estandin” (por algo tienen su piso "alto estandin" de Montecarmelo). Se compran dos bicis a juego, normalmente de paseo, porque lo que pretenden es pasear. El siguiente fin de semana se bajan al carril bici y, después de comprobar que andar en bici puede llegar a cansar y que no van tan rápido como los chavales de 10 años, se vuelven a casa a la media hora después de “haber hecho deporte”, guardando las bicis en el trastero al lado del vídeo VHS y las cintas de Parchís, y dándole la misma utilidad. Se pegan dos semanas con agujetas contándoselo a quien quiera oirlos, como si hubiesen subido el Mortirolo. A los pocos años, llevarán la bici al “Cash Converters” para sacarse unas pelillas y liberar un poco de sitio para el penúltimo capricho (esquís, snowboard, etc). Contemplad su estampa, porque no la volveréis a ver. Y si os gusta la bici y los conocéis, hacedles una oferta a la baja: seis meses después de la indignación inicial por la cantidad tan "baja" aprovecharán cualquier ocasión para sacar el tema, con tal de no ir al Cash Converters.

Domingueros, de oronda barriga y bici de carbono para compensar (seis kilos de bici a seis mil leuros le sale el kilo a mil leuris). Son, por naturaleza, escandalosos. Antes de salir se reúnen en un punto concreto para ellos, indeterminado para el resto, y durante media hora en la que se lo enseñan todo (en términos ciclísticos), ocupan parte del espacio. Que si la última rueda que me he comprado, a 300 leuros cada una, que si el desviador, que mira que casco… vamos que su rueda cuesta lo que una bici de gama media. Después de la media hora, se lanzan a tumba abierta… pero son incapaces de seguir el ritmo de cualquiera medianamente entrenado con una bici del Decartón. Al final, entre lo que graznan y lo que esperan (paradas cada media hora), están más tiempo vacilando de bici de montados en ella.

Runners. Más que molestar, acompañan, sobre todo en las subidas. Van pegaditos a la banda, salvo casos excepcionales. Los más expertos apenas pisan un tramo, de paso a algún parque; los menos, igual, pero por falta de fondo. AL fin y al cabo, la superficie del carril bici no es la muy mejor amiga de las rodillas, a pesar de que los tiempos sean mejores que en tierra.

El clásico. Va con un maillot del Reynolds (o de Huesitos, o cualquiera de los 80). Presenta dos subespecies, una que se desplaza en una bici de época y otra que la ha renovado, probablemente porque la primera no daba más de sí. El bidón es una botella de agua de fontvella. En ocasiones puede llevar una cinta en el pelo, con muñequera a juego. Tiene en torno a 50-60 años y lleva toda la vida en bici. A pesar de su aspecto (el tiempo pasa, el pelo se cae, la grasa no…) es capaz de subir una cuesta del copón con el plato grande y el piñón pequeño sin levantarse del sillín, dejándote sin compasión atrás a tus treintaypico, tu bebida isotónica y tu plan de entrenamiento por zonas.

El perroflauta. Éste sí que va poco, porque normalmente suele estar tomando el sol en algún banco del centro, fumando un porro esporádico con una litrona a mediodía mientras critica a la sociedad de consumo capitalista. Lleva unas rastas de peluquería, y sólo aparece por el carril vieja cuando tiene que ir a casa de papá a pedir pasta para litronas y porros. Por las noches suele ir en bici a algún concierto en una casa OKUPA, pero a dormir a casita, que la espalda sufre mucho si no duerme en el colchón viscoelástico.

El prosélito. Después de muchos años sin andar en bici, un día una luz cegadora le hace caerse del caballo. “¿Por qué me persigues?” Y se convierte, comprando poco a poco cacharros que, aunque útiles, su utilidad práctica no va más allá de cierta comodidad. Una evolución virulenta le puede llevar a integrarse en los movimientos tipo Bicicrítica y similares, convirtiéndose en miembro activo. Llega a hacer de la bici el centro de su vida, yendo en ella a todas partes y a pesar de las condiciones climáticas adversas.
Los del Club Ciclista. Son los menos, porque terminan hasta las narices de todos los anteriores y se van por carretera o por alguna Senda Ciclista alejada. Después de un rodaje suave de 20-30 km, empiezan a meterle caña, y son capaces de ir contando chistes o de la resaca que llevan cuando el menda está soltando el hígado en una cuesta de nada, con los dientes apretados y habiendo cenado ligerito e ido a la cama para dormir las ocho horas preceptivas. Y alguno de estos cabrones empalmando...
¿Os identificáis con algunos? ¿Pensáis que falta?

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