Con esto de la crisis, una de las buenas
costumbres que perdimos en el curro el año pasado fue la de invitar a los
compañeros en el cumpleaños. Bueno, no exactamente, pero es que durante un par
de años compañeros de departamentos satélites venían a felicitar al paganini y
llevarse de camino un par de minicruasanes, churros o chapata pal pecho y hasta
el año que viene. Estos satélites, haciendo honor a su nombre, giraban y
giraban pero nunca bajaban a la tierra en forma de estirarse por el cumpleaños,
y es que llegamos a pensar que eran como Ana Obregón, que llevan 20 años sin
cumplir años. Y claro, uno puede ser cumplido pero no gilipollas, por lo que
decidimos dejar de invitar.
El caso es que, año nuevo, traslado de oficina y
pérdida de contacto con estos tragacruasanes, decidimos reiniciar esta sana
costumbre (por lo de hacer grupo, no por la cantidad de grasas saturadas que se
ingieren). Ayer, sorpresa, cajón (de caja grande) de porras, churros y
chocolate a las 11:00.
Y claro, uno que es más cumplido que un luto, no
pudo decir que no (en realidad nunca lo digo, pero es que me gusta hacerme de rogar, “¡¡anda tonto, que sé que
te gusta!!”)… a tres porras remojadas en el correspondiente vasazo de chocolate
(es que si no se me pegan al gaznate y
no bajan ni con sosa cáustica).
Dos horas más tarde tocaba carrerita porque para
eso el calor nos está dando una tregua a pesar de que era 41 de Mayo. Y, como
todo en la vida, el que la hace la paga.
Los primeros kilómetros empezaron bien, pero poco
a poco empezó a pasarme como al lobo de los siete cabritillos, que empezaron a
asomarme las patitas de los churros por el gaznate a medida que pasaban los
kilómetros. Al final me sentía como cuando el cabrón del cabritillo le llenó (y
cosió) el estómago de piedras, que hay que ser hjodeputa, por otra parte, ya
que no se conformaba con rescatar a sus hermanos sino que le dejaba una bomba
de racimo como si se tratase de un agente del Mossad.
Los que corréis sabéis que, perfil de carrera,
velocidades y ritmos cardiacos aparte existen otra serie de factores no
medibles, y es que no es lo mismo comerse una frutita que apretarse una tostada
con zurrapa un rato antes de correr.
Pero bueno, al final me salieron 10 kms a 4:53 y
150 ppm (90% FCmáx), a pesar de las porritas.
No
obstante, y puestos a elegir, me quedo con la costumbre mexicana en la
que los compañeros invitan a comer al compañero que trabaja el día de su
cumpleaños, eligiendo él además el sitio.
En mi trabajo es al revés, el que cumple invita al resto a la hora del desayuno.
ResponderEliminary en el mío... los q "se acuerdan" de invitar (que no de cumplir). je, je... son costumbres q "hacen equipo". Qué pena q los prosélitos del "coaching" sólo conciban al "manager" como artífice y creador del buen rollito.
Eliminar¿Tengo que apretarme en el desayuno yo también unas porras para lograr tus ritmos? Porque la napolitana de chocolate ya te digo yo que no sirve.
ResponderEliminarQue sensatos los mejicanos.