sábado, 16 de julio de 2011

Lecciones de un niño de tres años (casi cuatro)

Aviso para navegantes, hoy viene un post moña, alejado del tono habitual del blog.

No sé quien dijo eso de que un hijo es un libro en blanco en el  que escribimos  a diario su personalidad (si es que alguien lo ha dicho). Pienso que es falso o, al menos, incompleto, ya que un hijo también nos puede enseñar muchas cosas o, más bien, recordárnoslas, ya que debemos tenerlas en nuestro subconsciente, igual que lo tenía el padre cascarrabias de Gwendy, Juan y Miguel que salía en Peter Pan.

La visión de lo que nos pasa cambia muchísimo de cómo lo afrontemos. A continuación una crónica de un jueves a las ocho de la mañana, desde el punto de vista de un adulto y desde el de un niño de tres años.
ADULTO
En plena ola de calor, a primera hora de la mañana la temperatura ya abrasa a pesar de que aún no se ha asomado el sol. Es jueves y el fin de semana no termina de llegar. Con los recortes presupuestarios, el metro pasa cada cinco minutos en lugar de cada tres, y a partir de la semana que viene, cada siete, por culpa de la mala costumbre de los conductores de metro de irse de vacaciones. El cierre trimestral está siendo un desastre, la gente está de los nervios en la oficina porque no cumplimos el presupuesto que aún no sabemos pero que se ha modificado dos veces (eso sí que  lo sabemos). Como no he podido levantarme cinco minutos antes, cuando  llegue me tendré que tomar el mismo café insulso y el  otro cruasán duro de máquina de todos los días con tal de no pararme cinco minutos en la cafetería de abajo, que tiene un olor a fritanga que me impregna la corbata y que luego no se quita ni a tiros. Encima hoy toca reunión con el jefe y seguro que me cae una bronca tremenda porque en el último pogüerpoin tuve la osadía de escribir PyG ("Pérdidas y Ganancias") en lugar de P&L ("Profits and Losses").
NIÑO DE TRES AÑOS

Hoy no tengo que ponerme el abrigo ¡¡qué bien!! tardo menos en vestirme.  Cuando salgo a la calle es de día y hay mucha gente corriendo o yendo en bici por el parque, pero yo tengo otras cosas que hacer. Tengo que ir en Metro ¡¡bien!! y no sólo uno, sino dos  ¡¡qué divertido!! además, uno de ellos es el número ocho ¡¡mi favorito, el de Fernando Alonso!!. Hace calor, con lo que esta tarde pienso tomarme un helado enorme. Tengo cita con la doctora, pero me da igual, porque antes me voy a tomar el desayuno con una de churros (y si no hay me da igual, con una de porras). Al final he tenido que esperar una hora (o más), pero me ha dado igual porque he estado jugando a coches todo el rato. La doctora  me ha enseñado unas fotos de perritos y he tenido que buscar unos coches en un cuadro muy grande lleno de dibujos y después me ha felicitado porque me he portado como un niño grande.

Al final tenemos que elegir entre levantarnos (y vivir) encabronados esperando a que llegue ese fin de semana que no llega y que se pasa tan rápido, despreciando los cinco días que hay en medio, o esas vacaciones para las que faltan cinco meses. O, por otra parte, podemos disfrutar de esos momentos que pasamos con los que nos importan de verdad, bien sea yendo en metro, tomándonos un colacao en el bar, jugando con las pistolas de agua o bebiendo una cerveza.

Nos preocupamos más de si podemos comprar o no ese X5 fruto de nuestros desvelos que nos hará llegar en siete horas a Gandía que de lo que vamos a disfrutar esas dos semanas que vamos a pasar con la familia. De lo que se trata es de disfrutar del camino, más que con el destino ése que puede que llegue o puede que no, y, de llegar, puede que nos guste o puede que no.

Si hay que buscar una aplicación al mundo runner, podría decirse que de lo que se trata es de disfrutar cuando se corre, más que con lo que se corre, en forma e kilómetros o de marcas. Lo segundo es una consecuencia de lo primero, y nunca debe ser un fin en si mismo. Ser (o no) sub3:00 en Maratón no es tan importante como disfrutar cuando se entrena; correr por debajo de 04:00 el 10.000 es secundario si entrenamos con desgana, motivados sólo por estos "objetivos" cortoplacistas que un momento dejaron de ser medios para convertirse en fines. Pero bueno, qué coño, esto no es más que el reflejo de la sociedad actual, donde importa más lo que eres ("soy sub3:00, y tú un paria sub4:00") que cómo eres. Corredores somos y en el camino nos encontraremos.

Como en la canción de la película de "La Vida de Bryan" de los Monty Python, "Always look at the bright side of life", al final hay que elegir. Tirí, tiriririrí.....

For life is quite absurd
And death's the final word
You must always face the curtain with a bow.
Forget about your sin - give the audience a grin
Enjoy it - it's your last chance anyhow.

So always look on the bright side of death
Just before you draw your terminal breath


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