miércoles, 31 de octubre de 2012

La caída de los gigantes


No voy a hablar de esta gran novela histórica de Ken Follet ambientada en la I Guerra Mundial y en sus consecuencias geopolíticas y que, por otra parte, recomiendo.



Qué va, quería escribir de Lance Armstrong. Ahora que se desmonta su castillo de naipes resulta que, como con la crisis todo el mundo suelta por esa boquita “¡si ya lo decía yo…!”. Leña al mono, que es de goma. Y es que todos somos muy listos. Con lo que me joden los listos.

Que el ciclismo en ruta no es un deporte cualquiera es una obviedad. Apretarse durante tres semanas cuatro mil kilómetros a cuarenta kilómetros por hora de media no se puede hacer con barritas energéticas, sueros de glucosa, aquarius y solomillos de ternera sin riesgo de sufrir ninguna pájara. Y más en los noventa y buena parte de la década pasada en las que las etapas de montaña eran aún más largas, tenían mucho más desnivel y no había jornadas de descanso como ahora. Los que sabéis de ciclismo más que yo (casi todos) conocéis los desarrollos tan grandes que mueven estos bestias y la cadencia que llevan sin parar durante horas.

Antes de que Armstrong fuese el campeón que fue en el Tour era un deportista excepcional. Había ganado el Iron Man de Hawai, deporte desde el que dio el salto al ciclismo profesional. ¿Se dopaba entonces? Seguro que sí, pero no creo que menos que otros “Iron Men” más modestos.

Después vino el Campeonato del Mundo de Ciclismo de 1993 y poco más hasta su enfermedad. Probablemente su prepotencia, su soberbia y su inexperiencia (tenía 26 años cuando se le detectó el cáncer) impidieron que mostrara todo su potencial. En 1999 eclosiona ganando un Tour, y otro, y hasta siete seguidos con la misma autoridad con la que ganaba Induráin.

En un deporte donde los únicos ingresos provienen de un patrocinador que evalúa a diario la cantidad de impactos en los medios audiovisuales no cabe un líder con perfil bajo sino mediático, no cabe sólo el trabajo bien hecho sino quién cruza primero la línea de meta o quién se sube al podium. Si todo esto se adereza con unas gotas de sentimentalismo como la historia personal de Armstrong ya tenemos el cóctel perfecto en forma de icono

¿Era tan bueno entonces? Sin lugar a dudas, sí. No hay nada más que ver quiénes le acompañaron en los siete podia del Tour, Ullrich (tres ó cuatro veces), Ivan Basso, Escartín, Vinoukurov… todos pillados con el carrito del helado en la Operación Puerto y diversos controles antidoping. Esto hace pensar que todos hacían trampas. Lo cual puede llegar a ser comprensible en un deporte tan exigente en el que un minuto sobre más de noventa horas de competición te puede llevar al infierno o a la gloria.

Armstrong era una mina de oro de la que todos sacaban tajada. Nike pagaba sobornos para silenciar positivos. ¿Y las pulseritas amarillas que se pusieron de moda entonces, para las que se desarrolló un mercado negro por su desabastecimiento planificado? Había que llevar una de esas pulseritas amarillas de los cojones, daba igual si ibas a tirar la basura en zapatillas como a la boda del Principito de los Cojones.

¿Por qué sale ahora tanta mierda? Primero porque las ratas son las primeras en abandonar el barco. Cuando se intuye que algo va a pasar, y al grito de “maricón el último” todos hablan de la mentira en la que vivían. Y ahí tenemos a sus ex”compañeros” rajando como perras, quienes, por otra parte, también se llevaron su buen pellizco. Una mentira tan bien sustentada y en la que participa tanta gente siempre se rompe por el mismo lado, el de la codicia, que nos mueve a denunciar como despecho porque el otro no ha cedido a la extorsión. Porque, además, la hipocresía está a la orden del día. ¿Es que nadie se olía la tostada antes? ¿Tan gilipollas eran sus patrocinadores acerca de algo que era vox pópuli? Vamos, no me jodas.

Si nos vamos más atrás ¿estamos seguros de que Induráin no participó de una mentira de éstas? Su médico, Sabino Pastilla, perdón, Sabino Padilla no tiene precisamente una gran reputación en el mundo del deporte. Cuando se hizo cargo de la preparación de la primera plantilla del Athletic, sus jugadores empezaron a rendir como leones haciendo honor a su nombre. Por lo visto tenía una marmita donde elaboraba una pócima secreta. Misteriosamente cesó su colaboración a los pocos años. ¿No era eso de lo que se trataba?



¿Servirá de algo dejar el palmarés del Tour en blanco? Creo que de nada. Estas cosas podían intentarse en la Unión Soviética en los años 20 con las manipulaciones que se hicieron para eliminar cualquier rastro de Trostki pero ¿hoy en día? El nombre de Armstrong y del Tour (por su necesaria participación en la mentira) están lo suficientemente manchados como para no olvidarlo. Los dos únicos periodos en los que esto ah sucedido fue por dos lindezas como las Guerras Mundiales de 1914-1918 y la del 39-45, casi nada.

Si saliesen historias similares sobre Induráin ¿reaccionaríamos tan vehementemente acusándolo y desposeyéndolo de todo? Recordemos que a Contador la Federación Española de Ciclismo no lo sancionó hasta que la UCI no les pusieron entre la espada y la pared, y en el caso de Armstrong ha sido justo al contrario.

El ciclismo es tan grande que sobrevivirá a esta época turbia. Volverán a salir campeones, si bien la sombra de la sospecha les perseguirá mucho tiempo. Qué pena.

lunes, 22 de octubre de 2012

Carrera del CSIC 2012


Cómo me gustó la carrera del domingo. Se nota que es una de las clásicas y que está muy bien organizada. Me habían dicho que era rápida. También que era dura. Y lo cierto es que fue ambas cosas.

Rápida porque los dos kilómetros y medio primeros son de bajada. Exigente porque los cinco y medios siguientes son de una subida tendida pero constante que te obliga a regularte para no desfallecer. Los últimos kilómetros, con un perfil más bien descendente y con la mente en meta, se hacen rápidos también.

Me sorprendió que la entrega de dorsales y el chip fuese el día de la carrera, pero estando tan bien organizada no hubo que esperar apenas. Me ahorré, pues, el viaje al consabido Centro Comercial el día de antes. Nunca había estado dentro del Ramiro y me gustó encontrar estas instalaciones deportivas (Magariños) y educativas tan grandes en pleno distrito “glamoroso” de Madrid. Y es que aquí el que no juega al ba-lon-ces-to es que es porque no quiere, hay una canasta en los rincones más insospechados. Hasta las papeleras de los baños estaban a 2,5 metros de altura para poder ejercitar el “sky-hook” después de “dar de vientre”.


El día era perfecto para correr, nublado y 10-12 grados, sin viento y sin un animador en modo locutor de Máxima FM que nos aturullase. La salida en Serrano es bastante rápida, pero SIEMPRE HAY UN GILIPOLLAS QUE SE DEDICA A DAR CODAZOS EN LA SALIDA. Qué manía, coño, la de empujar al de delante tuya para pasar. Un compañero de La Panda del Muro se metió un hostión porque alguien le dio un codazo en su afán de adelantar en la salida. Ni que se estuviese jugando la medalla de oro en la final de los 10.000. La malo de estas hostias, aparte del golpe que te llevas, es que que te puedes llevar más de un pisotón por la masificación de la salida. Afortunadamente todo quedó en un moratón.

A pesar de este incidente, el primer kilómetro lo hice a 3:53, el segundo a 3:52 y el tercero a 3:55. Los compañeros del Muro me aconsejaron que no me flipase en estos primeros kilómetros porque luego la subida de Recoletos y Castellana se podía hacer muy dura a pesar de que la subida no era muy pronunciada. De pulsaciones iba en modo carrera, es decir, entre el 95%-100% (157-160). Girando a mano derecha, terminamos de subir por la acera de Recoletos y la Biblioteca Nacional y cruzamos Colón.

Para un tiempo previsto de 42:00-42:30 ya llevaba un buen colchón de un minuto que, bien administrado, me haría cumplir el objetivo temporal.

La subida empieza a notarse. Con las pulsaciones casi al máximo  tengo que bajar el ritmo, pero aún así empiezo a adelantar a más corredores de los que me rebasan. Los siguientes cuatro kilómetros los hago a una notable media de 4:21, consumiendo parte del colchón pero manteniendo aún una reserva considerable de tiempo. Las pulsaciones al 100%, pero pasando por delante del Bernabéu uno tiene que darlo todo. La cuesta de Alberto Alcocer no se me hace tan pesada, en el JC1 hay cuestas peores, si bien no las subo tan forzado como ya entonces.

Giramos a mano derecha por Príncipe de Vergara. EL camino es mucho más plano e incluso tiene algo de bajada salvo por la tachuela en Serrano donde se sitúa el Hospital de San Rafael. 4:03 en el km8, el colchón se agranda. Con bajada ya hasta el final me embalo. 4:08 el km9 y ¡4:00! en el último. A pesar de pensar que no daba más de mí pude acelerar (más bien alargué el paso por la bajada). En un giro inesperado por lo desconocido nos metimos en el Ramiro. Me sorprendió (y me gustó) que la carrera no terminase en Serrano sino que se metiese dentro del Ramiro. Todo un guiño hacia la Residencia de Estudiantes y a los orígenes de la Carrera.

Paro el pulsómetro en 41:51. ¿Habemus MMP?. Uyuyuyyyy…mi MMP era de 41:50, en la carrera de Proniño de Timofónica. Había que esperar. EL tiempo final fue de ¡41:53! Por tres segundos no bajo de mi MMP, pero este tiempo me sabe mejor que el de Junio por varias razones: la caída del principio, que algo te retrasa; el perfil más exigente que Proniño; la mayor presencia de corredores al principio o la curva tan cerrada del final te hacen perder algo de tiempo. Mi posición fue la 484 del total, ganando 54 puestos con respecto a la salida y en un percentil 93, en línea con mis resultados de este año.

La buena organización se nota en detalles como no tener que esperar en el ropero, lo cual se agradece en estos días que empieza a refrescar. O en la buena idea de que te den la camiseta de manga larga al final de la carrera para ponerte algo seco encima. El precio de la carrera, diez pavos, está en línea con cualquier carrera popular, pero poniendo todo en valor (tradición, organización, recorrido, camiseta)  hace que sea una carrera muy recomendable. No soy muy amigo de hacer planes, pero si puedo el año que viene repetiré.

viernes, 19 de octubre de 2012

Otro récord que cae


En mi última entrada escribía de que tenía la intención de hacer una salida “rápida” y otra más tranquila esta semana como previo a la carrera del domingo. El martes hice la rápida, y desde el principio salí enchufado (con ABBA ;)).

Con los escasos 15ºC de mediodía y con viento de costado, el primer kilómetro me salió a 4:35. Bien, Pepe, bien. Con el “Rain over me” (versión Body Combat) cayó otro a 4:06 y el siguiente, con la  cuesta de acceso al JC1, a 4:26. Del cuarto al séptimo, dentro del parque, a 4:22 de media. Intuyendo ya la gloria del inminente récord mantuve y retuve los últimos tres kilómetros, haciendo una media de 4:30. En total 10 kms a 4:25, con un total de 44:09,. Las pulsaciones, eso sí, se me fueron a 154ppm, el 95% de mi FCMáx. Ésta es la secuencia:

Km
tiempo
1
0:04:35
2
0:04:06
3
0:04:26
4
0:04:14
5
0:04:26
6
0:04:24
7
0:04:25
8
0:04:32
9
0:04:28
10
0:04:32



Mis viejas Adidas, como en “La carga de la Brigada Ligera” aún están prestando un servicio insuperable con sus 1.000 kms acumulados y los que te rondaré morena.

¿Sensaciones? Muy buenas, a pesar de ir casi al máximo de pulsaciones. El isquio no dio muestras de dolor en ningún momento (puede que, al final, esté “sodomizando”, como dirían en Los Serrano)


La salida “larga” la he adelantado al jueves en versión reducida, y es que uno no puede escaquearse del curro tanto tiempo. Con un tiempo que amenazaba lluvia he disfrutado como un enano de la carrera. Once kilómetros a 5:10, 140ppm y para casa. Me he quedado con ganas de más porque andaba pletórico. Además los cinco minutos escasos que llovió a eso de las 13:00 hizo que el JC1 tuviese un unos olores muy intensos.

Pienso que de cara a la carrera del domingo el objetivo de los 43:00 es muy conservador, y que estaré más cerca de las 42:00 que de los 43:00. ¿Es probable bajar de 41:50, mi MMP de Proniño 2012? Puede que sí, a ver cómo se da el día y cómo me coloco en la salida.

Ah, se me olvidaba, me queda una última carrera mañana… para comprar unos coches de Scalextric, que se avecina cumple, que no nos vale cualquiera:




Hagan juego señores, ¿Rayo Macqueen o Francesco Bernouilli? Exquisitos que son estos enanos. Vamos Rayito, Rayo.

martes, 16 de octubre de 2012

..Y ABBA entró en mi MP3


Lo que me faltaba. Si el MP3 se me estaba llenando progresivamente de ¿música? que en mis años adolescentes no hubiese oído ni el primer acorde ahora voy y cruzo una de esas líneas rojas que había trazado.

¿Será que uno termina oyendo la música que le ponen en las carreras? ¿A que va a ser verdad que esta música incita a correr? ¿Será que me hago mayor y más moña?¿Será por un oculto –ya no- culto a Madonna? ¿Será, simplemente, que por exposición prolongada goebbeliana uno termina creyéndose de verdad una mentira como ésa de que nos iban a bajar los impuestos?

Pues sí, acabo de cruzar una de estas líneas rojas grabando el Gimme Gimme. Y lo peor de todo es que no puedo alegar en mi defensa que sufro al Síndrome de Diógenes porque la oigo (y escucho) cuando corro. Bueno, sí, podría, pero mentiría.

Eso sí, mientras suena no puedo evitar la imagen mental ochentera del corredor, con su chándal de algodón, las Paredes, calcetines blancos con dibujo de raquetas cruzadas, muñequeras a juego con la ferpa. Vale, sí, aún conservo (y oigo) el Appetite for destruction, el Black Album ¿cómo no emocionarse con el “The Unforgiven”?


Por lo demás sigo disfrutando de mis mañanas y mediodías otoñales. El domingo rodaje fresquito en Córdoba (volveré a escribir de ello). Cómo se nota que está a 60 metros y que es plana, hice 15 kms a 5:03 (con el último a 4:20) y 142ppm. El domingo me toca la carrera del CSIC en la que espero bajar de 43:00. Un entrenamiento rápido para probarme y otro más tranquilo, a ver qué tal se da.

jueves, 11 de octubre de 2012

Me encanta que los planes salgan bien



¿Quién no reconoce esta frase? ¿Quién no la ha dicho nunca viéndose a sí mismo como Aníbal?

EL miércoles me sentí como Aníbal, purazo incluido. Y es que después de un par de meses he vuelto a correr a 4:30 a pesar del calor. Lo más curioso es que no me había planteado correr a ese ritmo pero, como suele suceder, después de un par de kilómetros dije “¡qué coño!¡a echarle huevos!” Con una media de 4:42 hasta la entrada al JC1 empecé a apretar casi sin darme cuenta “moving like Jagger”. Los siguientes kilómetros fueron una progresión modélica de lo que debe ser una carrera cualquiera atacando el umbral anaeróbico: 4:32, 4:28, 4:24, 4:21, 4:31 (un gilipollas no quiso respetar el paso de cebra), 4:26 (cuesta arriba del Luis Aragonés) y 4:15. Al final 45:07 tiempo total, a 158ppm (94% FCMáx). No había nadie que me diese medalla alguna, pero a cambio me trinqué un tercio de Mahou cinco estrellas del tirón, pin-pan, a la hora de la comida que me sentó a gloria.



Y es que siempre noto un salto de calidad después de cada carrera en forma de rodaje rápido más rápido. Luego, como suele suceder, vuelvo a registros normales, pero durante unas semanas voy ligero como una moto, potente como un camión.

Lo que se me antojaba como una salida tranquila yo mismo la convertí en rápida. De hecho pensaba haber ido a correr por el Pinar de la Piovera pero la presunción de barro a espuertas me hizo desistir porque me había puesto las zapas nuevas, unas Adistar que me compré en las rebajas por 90 pavos. Y no es que sea precisamente pulcro, pero imaginarme a semejante maravilla hasta arriba de barro me daba pena.

Parece que estoy llegando a ese punto de forma que alcancé en verano, a ver si dura. Repasando tiempos pasados acabo de darme cuenta de que por estas fechas tuve una sobrecarga en el isquio el año pasado, por lo que he empezado a ver fantasmas de los que hacen pupa, porque los otros los veo de continuo.


miércoles, 10 de octubre de 2012

NAcidos para correr ¿por qué?


El verano pasado leí “Nacidos para correr”. Sí, ya sé que gramaticalmente sería más correcto decir “este verano”, pero es que queda tan lejos que para mí ya se encuentra en esa nebulosa que incluye todos los recuerdos convenientemente filtrados por esa amnesia selectiva con la que hemos sido dotados y que nos permite evolucionar sin mirar atrás más allá de lo necesario.



Llevo tiempo queriendo escribir sobre este libro porque me gustó muchísimo pero con tantos marcadores que metí junto con la falta de tiempo hacen que tenga el tema un poco aparcado, si bien inconscientemente he ido opinando del libro.

¿Por qué corremos? En uno de los pasajes del libro el autor nos revela que, de forma individual, corremos para canalizar las reacciones más primarias. Corremos cuando experimentamos una explosión de alegría, cuando sentimos pavor, cuando nos invade la rabia o cuando hay un poco de todo.




Es por ello, y ya es cosecha propia, que al segregarse endorfina mientras se corre uno termine con una sensación de trabajo bien hecho o de tensión aliviada rápidamente nada más terminar que le impulsa a querer volver a correr al poco tiempo.

Sí, nos volvemos adictos a las endorfinas ¿y quién no? Al fin y al cabo la llaman “la hormona de la felicidad”. Cuando uno se acostumbre a tal torrente de endorfinas pararlo en seco supone la aparición de un síndrome de abstinencia que hace que tengas unas ganas tremendas de salir a correr en cuanto puedas. Tantas que, normalmente, sales más rápido de lo habitual de después de un periodo de abstinencia. Las lesiones musculares las solemos llevar bastante mal, en la medida que la vitalidad es la habitual pero no se puede.

“Si no se puede, no se puede”, como diría Rajoy pero ¿cómo se puede estar sin poder? En fin, que me voy por los cerros de Úbeda.

Las endorfinas, además, no sólo las genera el  ejercicio. Respirar hondo, correr por un pinar, por un parque como El Capricho en otoño, por la Quinta de los Molinos en primavera con su intenso olor a miel de almendro o La Casa de Campo forma parte del cóctel. La lluvia en la cara, un amanecer o un atardecer en un día despejado le añaden unas notas de color rojo intenso con las que disfrutamos cuando podemos. Pisar una alfombra de nieve, correr en la playa o por medio del campo también te proporciona unas sensaciones tan efímeras como imborrables.

Por eso cuando viajamos echamos siempre las zapas “por si acaso” … nos lo perdemos.

De forma colectiva, y sigo con el libro, la sociedad corre cuando se enfrenta a momentos de catarsis, normalmente relacionadas con severas crisis económicas. El autor revela tres momentos álgidos donde correr se puso de moda: en los años 30 (Gran Depresión), época en la que se pusieron de moda las carreras transcontinentales (costa a costa) en EE.UU, en los años 70, con el fin de la Guerra en Vietnam y las sucesivas crisis petrolíferas, época en la que aparecieron términos como “jogging” o “footing”. La tercera es ésta que vivimos, que el autor la localiza primariamente en el impacto que supuso en la sociedad estadounidense el 11-S (nuevamente lo de correr por rabia o miedo).

Me parece una explicación bastante sólida. Cuando todo iba bien te consideraban poco menos que un gilipollas o un paria si no te ibas una semana a Baqueira, otra a hacer “esnórquel” a Punta Cana y entre tanto a jugar al pádel a ser posible con un mochilón donde por espacio se podía meter una familia un verano entero con tabla de surf incluida. Correr era de pobres en 2005. Pero ahora que pintan bastos, ah, amigo, es fashion. Para empezar no se corre, sino que se hace running. Somos tan estúpidos que hemos pasado de no hacer nada a ser “runners” con un “personal Best” en 10.000 metros “sub60”.

¿Enlaza esto con la “burbuja runner” en la supuestamente vivimos? Evidentemente sí. Aunque pienso que la burbuja se está pinchando. Bien sea porque las carreras han proliferado como setas o porque se han desmadrado con los precios o porque estamos hartos de pagar por algo tan sencillo como correr, el caso es que salvo contadas excepciones las inscripciones no se agotan en un par de días como hace un para de años. Todavía uno puede inscribirse en la carrera del CSIC, acojonante, y eso que “sólo” cuesta diez pavos. Hace un par de años anduve despistado, lo intenté una semana después de que se abriese el plazo y no pude. ¿Y el por culo que han dado este año con lo de Madrid corre por Madrid, que me han abraso por correo electrónico?

Al final la razón prevalece, aunque lo que flote sea la mierda.

miércoles, 3 de octubre de 2012

III Carrera del Corazón 2012


El sábado pasado había mucho vicio en la Casa de Campo a las nueve de la mañana de gente que había pagado por correr. A ver, no seais mal pensados, que sabéis que un cordobés nunca usa el doble sentido.

Hablando en serio, el día de agua anterior hizo de filtro para que el sábado hubiese menos corredores del o habitual, “sólo” 1.300, por lo que la manida excusa de las aglomeraciones iniciales para justificar un tiempo peor de lo esperado no valían.

¿Barro? Sí, pero sólo los primeros y últimos 100-150 metros, lo que tampoco puede ser excusa.

Salvo las incursiones cuando MAPOMA no había corrido nunca en la Casa de Campo. Lo sé, es una de las referencias “runners” en Madrid, pero qué queréis que os diga, teniendo tantos parques al lado de casa en Hortaleza se me hace raro coger el metro o el coche para ira correr a la otra punta de Madrid, perdiendo más tiempo yendo a correr que corriendo. En este sentido, pienso, los runners estamos mal acostumbrados… para bien. Para correr no necesitamos quedar con nadie, ni ir a ningún sitio, ni esperar al monitor guaperas de turno, ni que haga buen tiempo, o malo, ni forfait, ni pollas en vinagre. Ponerse las zapas y a correr.

Viendo el perfil pensé que podía ser una carrera “fácil”, pero de fácil nada. Las rampas eran muy suaves, sí, pero bastante largas. Además, el ir y volver por el mismo camino tampoco ayudaba a tener una perspectiva clara de cuánto llevaba y cuánto quedaba.

Lo que peor llevé de la carrera es el tramo de adoquines y granito de poco más de un kilómetro a la salida de la Casa de Campo y hasta que volvimos a ella. No me gustan nada ni el granito ni los adoquines ni elementos similares, noto como sufren las rodillas e instintivamente acorto el paso.

Antes de ir había pensado que mi tiempo iba a estar en torno a 43:00. Soy de los que piensa que se corre como se entrena, por lo que si en mis entrenos rápidos estoy yendo a 4:36-4:38 no podía esperar a repetir los 40:50 de Proniño en Junio, cuando entonces iba a 4:30-4:32. Esos cuatro ó seis segundos de diferencia explican parte de mis 43:16. Además, después de la carrera se comentó que la distancia real fueron cien metros más de los 10.000. Insisto, para mí no es una explicación para pasar de 41:50 a 43:16, ya que de ser cierto sólo explicaría una parte. Los parciales también fueron kilómetro a kilómetro algo peores que entonces. Por último decir que el que ganó también corrió Proniño, donde hizo treinta segundos menos. Todo explicado y justificado.

¿Qué saco en positivo? Que tengo margen de mejora. En la carrera del CSIC, mucho más rápida en teoría sí que espero estar en torno a los 42:00. Un poco de entrenamiento, dos kilitos menos en las alforjas, buena colocación y voilá. Sigo sin encontrarle gusto ni predisposición hacia las series. Desde la consciencia que son el principal medio para incrementar los umbrales de tolerancia al lactato rápidamente, sigue dándome una pereza tremenda ponerme con ellas. Al fin y al cabo corro por el placer de correr.

La Casa de Campo, por otra parte, es un sitio precioso para correr. Y en otoño aún más. Con las hojas de los plátanos ya amarillas, marrones y por el suelo junto con la frondosidad de los árboles y la fina lluvia que caía disfruté como un enano. Además, por tiempos, iba más o menos solo (terminé en el puesto 131), por lo que la sensación de ir en manada me permitía disfrutar sin mucho ruido del paisaje hasta que los altavoces de la organización empezaban a oírse a un kilómetro de meta.