martes, 27 de septiembre de 2011

Un clandestino corre por Madrid

El domingo pasado corrí por Madrid. Menuda novedad, pensará alguno; viviendo en Madrid lo normal es correr por Madrid, o en Madrid. No, lo que quiero decir es que el domingo fui a la carrera de “Madrid corre por Madrid”. Fui sin dorsal (de ahí el título) por una cuestión de olvido más que de principios (se me olvidó inscribirme hace meses), y me gustó mucho la carrera.

Para empezar fui en bici desde casa. Doce kilómetros a las ocho de la mañana se hacen muy rápido, sobre todo si casi todo el recorrido es cuesta abajo. Bajar por Alcalá sin tráfico a las 08:30 es una sensación rara y gratificante a la vez, ya que el aspecto es parecido a la fantasmagórica escena de “Abre los Ojos”.


A esas horas, en bici, se puede disfrutar del privilegio de disponer de la calzada sin apenas coches que te ahúmen. Dejar la bici en la puta puerta de donde quieras es siempre un privilegio (aunque suene pretencioso, pinchad aquí).

Después de algo más de media hora y bastante frío ( con trece grados se me ocurrió ir en manga corta) cando la bici donde había quedado y vamos para la línea de salida. El ambiente en el Retiro “como siempre” (sólo he ido a tres carreras en el Retiro, pero el ambiente ha sido el mismo las tres veces, de ahí el entrecomillado), efervescente. Mucha gente de un sitio para otro, calentando, de broma y a la espera de que empiece la carrera.

Lo que no cambia en ninguna carrera es al gilipollas de turno con el micrófono, que se supone que nos anima. Los que nos levantamos a las 07:00 ó 07:30 un domingo sin que nos paguen por ello ya vamos lo suficientemente animados como para que un aspirante frustrado a locutor de Radio Taxi nos trate como a quinceañeras que hacen cola en un concierto de Justin Bieber. Los gritos de “¡ánimo chicos, que quedan diez/nueve/nueve/ocho… minutos!” sobran. Por favor, que los quiten, que se repiten más que una tostada con ajo. Tanto porculito dio el perla que ni se escuchó el pistoletazo de salida. En fin…

La sensación en las piernas después de pedalear y antes de la carrera era un poco rara, pero enseguida se pasa. Al fin y al cabo, los primeros 1.500 metros poco se puede correr por la aglomeración inicial y el embotellamiento que se produce en las dos primeras curvas; al menos puedo escuchar las miles de gomas de las zapatillas golpear contra el asfalto de O’Donnell mientras se oye a algún gilipollas romper ese momento mágico diciendo la tontería de turno.


Lo mejor de la carrera (por no decir lo único) es sin duda el recorrido y el tiempo, componente más aleatorio que el primero. Salvo MAPOMA, hay pocas carreras en Madrid que pasen por sitios tan emblemáticos en tan sólo diez kilómetros. Se baja desde El Retiro por Alcalá, con el obligado y sentido paso por Cibeles, para subir por Gran Vía. Posteriormente se gira por Callao hasta Sol, y desde ahí por Arenal hasta el Palacio Real, girando en Bailén para volver por la Calle Mayor, Sol nuevamente y bajar por la Carrera de San Jerónimo, Sevilla y Alcalá hasta Cibeles, donde se dobla para enfilar el Paseo del Prado hasta dar la vuelta en la Glorieta de Carlos I (¿por qué empeñarse en nombrar calles y plazas a un rey que todavía no ha sido nombrado?) previo paso por Neptuno (nada es perfecto) y vuelta al Retiro.

¿Marca? 44:27, a 4:27 de media. La subidita por el Paseo del Prado se me hizo larga (muy larga), y la de Alcalá al Retiro ni te cuento. Llevaba una media más que decente para lo que llevaba entrenado, 4:15, pero los tres kilómetros siguientes los hice a 4:32. Eso y un primer kilómetro a 4:59 hicieron que me fuese a 44:27. Excusas y pajas mentales aparte, tampoco estaba para bajar de 43:00, por lo que me quedan muchas series y muchas carreras a umbrales anaeróbicos para volver a acercarme a 42:00 si es que quiero alcanzar algún día los 40:00 ó 41:00.

Después otros doce kilómetros en bici para llegar a casa previo paso por el Retiro (había que aprovechar que estábamos ahí), ya con más tráfico y calor. Vamos, que si hago unos largos en el estanque y un poco más de bici me hago un triatlón olímpico como un campeón.

¿Lo mejor de todo? El cervezón y la comida con la familia. Gracias a los cuatro.
 

viernes, 23 de septiembre de 2011

Miniseries

Una costumbre muy española es la de mostrar a los demás como hábito lo que no deja de ser una excepción que confirma una regla que no seguimos pero que farda afirmar que se sigue ante propios y extraños.

De esta forma afirmamos que sólo cenamos una ensalada o un plato de fruta y que no adelgazamos porque tenemos mucha masa muscular. La ensalada, en realidad, tiene poco de ensalada y sí algo de queso, pasta, atún, huevo duro, pan de chapata para mojar o todo a la vez, mientras que la fruta suele ir precedida de una cerveza (“u dos”) con cortezas a modo de aperitivo que, como todo el mundo sabe, no engorda. Vamos, que nos hacemos trampas al solitario. Otros dicen que lo que le pesan son los huesos, confundiendo la ese con la uve.

O que tenemos un encanto especial que nos hace irresistibles y que es el compendio entre el cuerpo de Cristiano, la sonrisa de Brad Pitt, la elegancia de George Clooney y el vigor de Nacho Vidal porque una vez la dependienta de El Corte Inglés nos sonrió y nos dijo que esa americana que no nos hemos vuelto a poner nos quedaba “perfecta” y nos hacía “más jóvenes”.

O que vemos las series en versión original, que queda más “cool”. La cruda realidad es que alguna vez hemos bajado por error un capítulo en versión original con subtítulos y lo hemos visto (más bien leído, porque la serie en cuestión es de unos granjeros “Rednecks” de Minnesota que casualmente encuentran unos fardos de droga y se ven envueltos en una trama con la Mafia de Chicago, cuyo jefe es un vampiro que aún no ha salido del armario… como para entender la jerga).

Esto me pasa con las otras series, las de correr, uno de mis recurrentes propósitos de Año Nuevo o Septiembre. Ya en Enero me propuse hacer al menos cuatro series de 1.000 metros una vez a la semana. Hice dos sesiones y ya está. Lo malo es que yo mismo pensaba que había hecho más, que había prolongado este propósito hasta Abril. Sí, sí… lo dejé el 24 de Enero, como consta en el impertérrito Excel de todos los ejercicios que guardo desde hace unos años. Esto confirma una de las míticas frases de Botín, “lo que no son cuentas son cuentos”.

Hoy he vencido la inercia y he hecho unas series. Esta mañana he programado el Garmin para que controlara cinco series de mil metros con descansos de un minuto y medio, me he bajado al parque y he gritado como Pelayo “¡¡Qué empiece el combate!!”.

He aguantado tres, porque la cuarta la he dejado a la mitad. Lo bueno: me ha salido una media más que aceptable, 03:58 (03:58-03:52-04:04). Lo malo: que son sólo tres.

Con esta perspectiva, bajar de 43:00 el próximo domingo se me antoja difícil (sería hacer una media de 04:18). Pero bueno, si al final consigo mantenerme en un día de series a la semana no sólo atacaría el 42:00 (el año pasado hice 42:14), sino que el 41:00 lo tendría cercano. Del 40:00 para cuando cumpla 40.

lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Oír o escuchar?

En una conversación con una de mis pocas lectoras sobre un “post” anterior, me sugirió que cambiase “escuchar” música por “oír” música cuando se corre, sobre todo porque uno tiene la manía de distinguir entre ver y mirar o usar apropiadamente oír o escuchar, lo cual me hizo pensar.
 
Cuando corremos, aparte del ejercicio, ¿oímos o escuchamos música?. Buena pregunta. Pienso que se puede oír o se puede escuchar, dependiendo del día, del momento, del ejercicio, del sitio donde se corra o de la canción.
 
Cuando estoy haciendo un rodaje largo, a un ritmo constante, no necesito estar pendiente de la respiración, ni de las pulsaciones ni del pulsómetro para controlar el ritmo (aparte de que el listo del GPS me avisa cada kilómetro del tiempo parcial); clavo los kilómetros al ritmo de crucero (o al previsto, si hago algún “progresivo”). Cuando estoy en el parque de siempre no tengo que estar pendiente del tráfico, ni de la gente con la que no me cruzo debido a las horas a las que voy ni de qué camino tomar. En una ciudad como Madrid, donde llueve cuatro días al año, tampoco es necesario andar pendiente ni de la lluvia ni de los charcos, que suelen traer agua, la cual se suele secar sin consecuencias letales para el organismo ni a corto ni a largo plazo. En estas circunstancias me termino abstrayendo y pienso en mis cosas con la música puesta o no.
 
De la misma forma, cuando voy sin auriculares, también me gusta escuchar cómo crepitan las hojas secas del otoño inminente, el ruido de la nieve virgen prensada, cómo se agarran las zapatillas a la arena del parque, del campo o de la playa (siempre hay matices que las diferencia), cómo suenan miles de zapatillas en las salidas de una carrera multitudinaria y su eco en las calles vacías y estrechas o los pájaros madrugadores o trasnochadores (hay lechuzas en el JC1).
 
Aunque normalmente estos sonidos (que no ruidos) se oigan más que se escuchen, merece la pena escucharlos. Al fin y al cabo, cinco minutos más tarde voy a salir del parque para volver a casa pasando por encima de la M40 con su sempiterno atasco “de Vallecas a Coslada” y oír después el monótono ruido de decenas de teclados, teléfonos y conversaciones que hay en la oficina.
 
Un proverbio árabe (y “Cuando el mar te tenga”, canción de “El Último de la Fila”) dice “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”. Cómo me gustaría que en la entrada de la oficina hubiese el cartel que hay en el colegio de mis enanos: “Escucha el silencio/Listen to the silence”, toda una declaración de principios.
 
En lo deportivo sigo de pretemporada, pero afinando. Hoy, troticochineo a 138ppm y 5:12. 11 kms con más frío que sueño, que se acerca el otoño, y el viernes, más fuerte, 10 kms a 4:45 y 147ppm. Si todo sale bien, el domingo iré a una carrera sin dorsal, y no es que no quiera pagar (que no quiero), es que además se han acabado. La carrera es la de Madrid corre por Madrid, con salida y llegada en el Retiro y recorrido por el centro, todo un lujo. ¿Aspiraciones? Pocas, las verdad. Con bajar de 44:00 me doy con un canto en los dientes.
 
¿Y qué decir de las victorias sobre Francia? Pues que el sabor de la victoria es doble si ésta es sobre Francia (Capa Davis, Eurobasket), en Francia (Tour, Roland Garros, etc), contra Francia (el Gran Capitán) o a pesar de Francia (sanciones de la UE a los gabachos por quemar nuestras frutas y verduras).

jueves, 15 de septiembre de 2011

La lista de reproducción

Hay pocas cosas más personales que la lista de reproducción. Si cualquiera sacase toda nuestra lista y se la mandase a los colegas sería capaz de hacernos pasar una vergüenza extrema, ya que el mero hecho de tener grabado “El Rey del Pollo Frito” o “Sufre Mamón” son motivos más que suficientes para romper una amistad. Un viejo refrán castellano dice que “uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice”, de ahí que escondamos en lo más profundo del MP3 estas atrocidades musicales.

Sin ánimo de ser exhaustivo (todo lo contrario), ahí va una serie de canciones que no pueden faltar (¿o sí?) en cualquier lista.

La más mítica de todas las canciones puede ser la de Rocky. O mejor dicho, las de Rocky. ¿Qué runner no se ha imaginado ir corriendo por las calles de Philadelphia subiendo a la escalera de la biblioteca ésa? ¿sabíais que es el lugar más visitado de esa ciudad? Vamos, sed sinceros. Seguro que en una carpeta escondida del MP3 tenéis la de “La mirada del Tigre” (¡¡Noquéame!!) o el “Gonna fly now” y que un uno de tantos ensimismamientos que tenemos cuando corremos nos visualizamos en tantas y tantas escenas de esta mítica saga. Salir a las 07:30 con esta música es algo impagable (alguno diríais que, simplemente, salir a esas horas es algo impagable).

Por no decir del himno de nuestro equipo favorito, cuya coreografía obliga a dar pasitos cortos y lentos, como si estuviésemos saliendo por el túnel de vestuarios.

¿Qué tal el “We are the champions”, “Another one bites the dust”, “A kinf of magic” o el We will rock you? ¿hay algún grupo con canciones más aplicables al mundillo deportivo que Queen?

¿Y Bisbal? Antes de descojonaros y exclaméis un “Vade retro” que estremezca al mismo Satanás con su katana en ristre pensad en el gol de Iniesta. Ahhhhhhhhh, que esa no vale. Pues sí que vale, y tiene bula. Lo mismo pasa con el Waka-Waka. Si hasta los enanos tienen el momento Full Monty cuando las oyen, que se les va la cabeza con el ritmo.

Hot Stuff, de Donna Summer? Sí, sí, la de Full Monty.

Cualquiera del “Appetite for destruction”, de Guns and Roses.

¿Alguna de los Pet Shop Boys? ¿Seguro que no? ¿Seguro que no tenéis el “Go West”? en su defecto vale la de los Village People, para aquellos menos jóvenes ¿Ni “Always on my Mind”?.

¿Y si llueve? Escuchar “Have you ever seen the rain?” de la Creedence te ayuda a sentir aún más el aire en la cara que te pierdes con el ambientador de lavanda del gimnasio; al fin y al cabo la lluvia es sólo agua, como la de la ducha que te vas a dar media hora después. .See and Feel. ¿Y si hace bueno? “Walking on sunshine”.

¿Alguna de Snap? “Everybody dance now” o I’ve got the power”. Sólo los cinco primeros segundos merecen la pena.

"Bad to the Bones", de George Thoregood, otra de las míticas (para los frikis, una que sale en Terminator 2, cuando Governator sale del garito vestido de cuero con las RayBan negras).

Luego están los fetiches, que son eso, fetiches. Green Day, Metallica, Los Nikis o ACDC (“Highway to hell”) pueden entrar en esta categoría. O el moñas de Bon Jovi ¿para cuándo un disco heavy?

¿Y del siglo XXI? Aparte de que no se cumplió la profecía (Ningún tuno en el siglo veintiuno, tuno vete al siglo diecisiete), queda a discreción. Además de las anteriores, alguna de Coldplay, los anarrosaquintana de la música. Beyoncé, Lady Gaga, Rihanna. Kylie Minogue u Oceana seguro que están en más de un MP3 de forma oculta. Como el concepto de nación para el Cejas, el de música es discutido y discutible.
 

Para la de Carros de Fuego hay que ser muy moñas o correr como Heidi, dando saltitos suspendidos en el aire. No la pongáis, por favor, sólo os servirá para ralentizar el ritmo, ocupar memoria y darle al botón para saltársela. “Memorias de África” puede tener una banda sonora impresionante, sólo a la par que sus paisajes, pero, ¿os imagináis a Meryl Streep o a Robert Redford corriendo con la mitad de estilo que Rocky Balboa después de diez asaltos con Iván Drago con la izquierda atada a la espalda? Vamos, por favor, en el Serengeti puede tener su encanto, pero en la Casa de Campo lo más exótico que veréis será alguna perdiz. “El lago de los cisnes” puede quedar excelso en el Teatro Real, pero en la Casa de Campo o en el JC1 no hay nenúfares por los que saltar, y mucho menos que aguanten mis ochenta kilos.

Cuando corremos no hay que ser exquisitos. Al fin y al cabo no tenemos que ir de subidón porque nadie nos oye y, con frecuencia, tampoco nos ven. Hay que poner algo que nos alegre, que nos enchufe, que acompañe.

Lo que sí tengo claro es que mi MP3 se autodestruye si se ejecuta canciones como “Litros de Alcohol”, “El rey del pollo frito” o cualquier otra del susodicho junto con los de su cuerda. Ya les he pagado suficiente por no descargarme sus canciones a mi ordenador, no copiarlas en el disco duro y no pasarlas al móvil o el MP3. Si Roma no paga traidores, yo no pago gandules ¿o sí? Cuestión de principios.

PD: Hoy he escuchado "El Imperio contraataca", de Los Nikis. A las 16:30 jugamos contra Macedonia ¿premonición? "Mira cómo gana la selección, España está aplastando a Yugoslavia, por veinte puntos arriba..." ¿Y si la final es contra los gabachos el domingo?. ¡¡Grande Nadal, Grande Gasol!!

Jimi Hendrix o Led Zeppelín hay que escucharlos con un Gin Tonic en copa balón; Extremoduro y Reincidentes, más modestos, con un cervezón o calimocho, aunque alguna se me cuela corriendo y la Banda sonora de los Commitments requiere tener una pinta de Guinness y estar en un garito de Cork.












miércoles, 14 de septiembre de 2011

Pretemporada

Las penurias que pasé a principios de la semana pasada en forma de falta de ritmo las he dado prácticamente por desaparecidas. Después de cuatro salidas en bici durante cuatro días seguidos (récord absoluto) en las que hice más de 150 kms y un rodaje de casi 15 kms el domingo a nivel de mar, se puede decir que me voy entonando en las cosas del correr.

En cuanto a la salida larga, todo perfecto. En ningún momento sentí esa presión en los isquios que he tenido a lo largo del verano. Sin calor apenas (19º, a las 09:00-10:00 de la mañana) ni viento, estuve corriendo casi todo el rato por la playa. Con marea baja y con el firme plano y compacto es muy gratificante correr en esas condiciones.

La zapatilla no agarra tanto como en el resto de superficies y, a efectos comparativos, es muy parecido a correr en la nieve (sin hielo), una sensación bastante particular.

Las articulaciones no sufren tanto (la arena amortigua mucho más que los caminos del parque y que el asfalto o las aceras, por supuesto), a cambio de tener que forzar un poco más la musculatura. De hecho, al final notaba una ligera molestia en el glúteo, poca cosa. Se ve que mi culito no está acostumbrado a ese esfuerzo final que supone levantar un talón un poco más hundido de lo normal.

¿Qué se puede descompensar por el hecho de que las playas suelen tener un plano inclinado? Sí, pero no era el caso, ya que en Gijón la playa es muy plana y dicha inclinación es apenas perceptible.


En cuanto a la bici salí principalmente por Valdebebas, ese circuito fantasmagórico de 4 kms pero que tan bien viene a los ciclistas para meter caña, y me salieron unas medias de casi 27 kmh incluyendo los trayectos de ida, vuelta y otra por el JC1 en plan globero. Dentro del circuito la media podía estar perfectamente en torno a 30 kmh, con picos de 56 kmh (cuesta abajo, plato grande-piñón chico y ligero viento de cara). Es lo que tiene correr sin el GPS, que las medidas son por aproximación y en comparación con la experiencia previa.

¿Triatlón a la vista? Lo dudo, incluso en alguna de sus formas más moñas tipo olímpico, sprint o mini. Antes tendría que prácticamente aprender a nadar, y me da una pereza de la hostia.

En el aspecto deportivo externo, un fin de semana perfecto. Ganan el Madrid y el Córdoba, pincha el Barsa y le damos pal pelo a los gabachos en baloncesto. Siempre es gratificante ganar, pero el sabor de la victoria es doble contra Italia o Francia; ahora a rematar la faena en la Copa Davis este fin de semana.

Ah, se me olvidaba. La reparación/sustitución del GPS me va a salir por “sólo” 150 pavos, frente a lo que me habían dicho en un primer momento de 190 pavos, lo que me da una idea de los rejones que nos meten con toda esta cacharrería. Al final resulta que hay que alegrarse por pagar 25.000 pelas por arreglar un reloj.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Y el parque se llenó de propósitos



La última semana de Agosto, los pocos redactores de las noticias que no se han ido de vacaciones abren la carpeta de “noticias para la última semana de agosto” y llenan la mitad de los telediarios con una entrevista con algún psicólogo donde explica cómo afrontar la vuelta al trabajo. El calendario de fondo, de 2007, pone de manifiesto que esa noticia viene repitiéndose desde ese año sin que nadie repare en que sería conveniente volver a entrevistarlo. Entre sus “recomendaciones” siempre se encontrará incluir una nueva rutina tipo “Aprenda inglés”, “haga deporte”, “póngase a dieta para perder esos kilos de más”, que sirva al “sufrido” trabajador (más bien afortunado, con la que está cayendo, pero claro, recordemos que la entrevista es de 2007) como reto para volver a una rutina ya de por sí cargada.
 
Esto, y la autosugestión propia del español hace que la misma noche del 31 de agosto miles de personas piensen lo mismo: “Mañana… empiezo a correr”. A este respecto, no pienso añadir nada nuevo que no haya contado magistralmente Leo Harlem en un monólogo antológico:

y el parque se llena de gente con camisetas de marca (de ron), chándales Domyos recién estrenados modelo Alcalá-Meco y zapatillas Kalenji de esas rompe-rodillas.
 
Que conste que el menda volvió a correr de uno de esos propósitos, y que levante la mano el que no. En muchos aspectos, el ser humano es tan previsible que asusta.
 
Desde el mismo día uno me he cruzado con bastantes runners (aparte de los habituales, con los que un mero gesto digno de partida de mus por lo inapreciable sirve de saludo cómplice) tanto a las horas indecentes a las que me levanto paro correr como a mediodía, a pesar de que aún aprieta el calor. Es lo que tiene septiembre, que se disparan las ventas de ropa del Decartón y yogures desnatados.
 
En lo meramente deportivo, acabo de empezar a correr después de tres semanas de vacaciones, y lo que al principio era un “si estoy de puta madre, cómo voy” a la media hora notaba que me faltaba el aliento. Y es que me he flipado con no sentir ninguna molestia en los isquios. ¿Ritmos? Altos, entre 4:40 y 4:45 el km y 150-155ppm. Es lo que tiene correr por los mismos sitios sin GPS, que cuando éste falla te vale un Casio para intuir cómo vas, y a veces ni eso. Correr por sensaciones lo llaman.
 
También he salido con la bici, con unas sensaciones estupendas. 40 kms a 26 kmh, en el umbral del globerismo. ¿Qué si tiene truco? Sí, no ir por el carril-vieja. ¿Dónde? En Valdebebas. Entre el futuro parque no inaugurado, las miles de viviendas no construidas, Las Cárcavas y la Ciudad Deportiva hay una especie de circuito de 4 kms de asfalto totalmente nuevo sin tráfico, ideal para meterle caña, y por dónde sólo van ciclistas, algún runner y poco más. Rectas largas, cuestas poco pronunciadas (salvo un repecho de 300 metros), donde me salían medias de 28-30 kmh. SI uno quiere esquivar gente ya sabe, al carril-vieja o al JC1.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Se me rompió el GPS... de no usarlo.

Se me ha jodido la pantalla del pulsómetro, lo que en la práctica viene a significar que el cacharro entero se ha roto.

La libertad “literaria” que uno tiene cuando aporrea las teclas junto con la naturaleza propia del cordobés, exagerada hasta la hipérbole, me permitirían decir que se rompió haciendo un descenso a tumba abierta por el Kilauea, o que recibí un golpe de uno de esos tiburones que pululan por las aguas del Pacífico del que sólo pude zafarme tras una dura pelea en el que tuve que emplear el machete, o que sufrí una agresión del cabrón de Armstrong en la recta final del Maratón.

No, la verdad fue un poco menos épica. El muy inconsciente se cayó desde un mueble (mi entendimiento masculino me impide distinguir entre cómoda, sinfonier y todas las rarezas que no sean “silla”, “mesa” o “armario”, por lo que todo lo que no entra en alguna de estas categorías es, simplemente “mueble”). Ni la más portentosa de mis estiradas al estilo Casillas pudo evitar el desastre. Mira que ha corrido y rodado kilómetros y kilómetros, y va y se tiene que fastidiar con una simple caída.

Iluso de mí, pensé que la garantía podría cubrirlo o incluso el seguro de hogar. Pero qué gilipollas… al ver los términos de la garantía, ésta excluía expresamente accidentes (lógicamente), y el seguro de hogar tampoco lo incluye.

“Bueno” (le comentaba a los del servicio técnico), “al menos me cambiarán la pantalla. “¡¡No, no, qué va!!” (léase con un tono de sorpresa), “en estos casos lo que hacemos es sustituir la unidad completa”, “Vamos, que se rompe la pantalla y me dais un reloj nuevo”, “Sí”. Es decir, que lo de “servicio técnico” tiene poco de servicio y mucho menos de técnico. ¿Qué se rompe una pantallita? No hay problema, te vendemos uno nuevo. Esto es como si se te rompe el cable del freno de la bici y te dicen que ¿Speaking in silver? 180 pavos, casi como uno nuevo.

Lo que me jode no son sólo los 180 pavos (hay que currar bastante para ganarlos), sino el hecho de que no se pueda reparar una simple pantalla. La conexión GPS funciona, encuentra el satélite sin problemas, al igual que las funciones de medición del pulso. Entonces ¿por qué no se puede solucionar de una forma menos agresiva y más sostenible? Desde que en casa vimos el documental de la “Obsolescencia programa-Comprar usar tirar” estamos más concienciados con todo lo que se mueve alrededor de los ciclos de vida de los artículos de consumo. Si queréis ver dicho documental pinchad aquí .

Así que ya sabéis, si tenéis uno de estos delicados aparatitos buscadle un cómodo hogar donde descansar, alejadlos de las fuentes de calor, frío y electromagnéticas, protegedlos de golpes como si fuesen vuestros hijos porque un golpe de nada no supone un sanasana-culitode-rana y un pelotazo de trombocid. No, una leche es como las que da Gallardón, 180 pavos. Treinta mil calas.