¿Quién no ha dicho nunca la última y
nos vamos y termina cerrando todos los bares? ¿Qué runner no ha salido a rodar
“sólo un poquito” y después se ha cascado dos horas como un campeón?
El domingo fue uno de esos días. Con
música de los noventa y el viento del noreste como única compañía salí a correr
por Riaza a eso de las 08:30. “Una horita y poco tranquila y me vuelvo” me
dije.
Sorpresa por la ausencia de calor.
“¡Ooooootia!” “¡Cómo ha bajado la temperatura!”. 12º-15ºC frente a los 20 de
días atrás. No hace calor, lo que se agradece, por lo que me voy animando
progresivamente. No sudo (apenas), no me suben las pulsaciones tan rápido… por
lo que me dejo llevar. Carretera de Riofrío para arriba voy feliz como una perdiz.
No busco la sombra como los perros a partir de febrero; hace incluso fresquete
en las zonas más umbrías… los abuelos que salen a pasear llevan incluso
chaqueta.
“Nubes de evolución” sobre el Pico del
Lobo ¿Tan poco dura el verano por aquí? No intento llegar a Riofrío; el flipe
se ha cobrado su factura en forma de ritmo desbocado y el corazón igual que en
el minuto 116 del glorioso partido del 11/7/2010. Me quedaba casi un kilómetro
para llegar al pueblo y había estado yendo a una media de 4:56. Menos mal que
eso era un ritmo tranquilo, que si llego a salir con la idea de meterle caña no
paro hasta La Quesera, ya en la frontera con Guadalajara.
Me doy la vuelta. El viento me da en
la chepa, fresquito a más no poder. La nube de evolución está más negra que los
cojones de un grillo. ¿Nos joderá también el día como ayer en La Tejera Negra?
Parece que sí, porque arriba en las montañas se oyen truenos. Y no creo que
estén de fiestas porque es alucinante lo despoblado que está esta zona entre
Segovia, Guadalajara y Madrid.
El ritmo cardiaco baja y la velocidad
va a más. Los cinco kilómetros siguientes, tres de bajada, uno de ligera subida
y otro de bajada suave, me salen a 4:41. En el km 9 oigo “¡¡ese pandareñoooo!”
y me paro. Llevo la camiseta de la Panda del Muro y me saludan, un compañero
que anda por la zona. Nos ponemos a hablar y me cuenta los caminos por donde
entrenar maratones. Algunos, pocos, los conozco. Otros los intuyo y la mayoría
los ignoro. Uno, que bordea el pueblo desde la piscina es conocido como la “M-40” y es que la gente es muy
cachonda, porque es el camino más transitado del pueblo. Otro va desde la M40
hasta Riofrío y desde allí a Hontanares para volver “veintitantos kilómetros de
nada”. Joder, pero por caminos de tierra y buenas pendientes deben equivaler a
una maratón.
Nos despedimos ocn un hasta luego, que
el pueblo es pequeño para volver a verse. Últimos tres kilómetros, que quería
volver pronto, y sigo yendo más rápido. ¿Digo rápido? Qué va, vuelo a 4:32. Sin
tener sensación de agobio llego al km12, momento en el que me saco dos pavos de
la riñonera friki del portabidón y compro el pan. Sólo me queda un kilómetro
hasta casa que hago barra en mano como si estuviera en un 4x400, sólo que no
soy jamaicano y en la mano llevaba dos barras de cuarto 4:44 me sale el último
kilómetro de esta guisa y llego a casa después de haber corrido a 4:46. No he
rodado, tampoco le he metido caña. Simplemente me he dejado llevar por las
sensaciones. Porque hablamos de correr ¿no? Pues eso, el domingo corrí.