martes, 25 de junio de 2013

Corriendo con música

Hasta hace bien poco me he resistido a correr con música. Consideraba un engorro el llevar un cacharro agarrado a algún sitio inverosímil y conectado a unos auriculares que se llenaban enseguida de sudor y se salían de la oreja, por no decir de un cable que se movía más que los precios.

Claro, esta idea viene de mi primera etapa runner, allá por 1992 al albur del engendro del Cobi y del éxtasis colectivo que supuso la Olimpiada en Barcelona. Por aquel entonces no existía el running, pero sí una cosa muy parecida denominada “correr”.


No existía el MP3, sino un cacharro denominado Walkman. El número de canciones no dependía de los gigas del cacharro en cuestión ni de la calidad de la grabación medida en kbytes, sino del número de cintas que llevases en la riñonera, y de que éstas fuesen de 60 ó de 90. Tampoco existía la lista de reproducción, sino, simplemente, cara A y B. Acababan de salir unos auriculares revolucionarios que se metían dentro del oído, y los más habituales eran tipo “Princesa Leia”.

El caso es que cuando estuve en MAPOMA vi a bastante gente con sus auriculares e iban a unos ritmos bastante buenos. “¡¡Coño!!, estos tíos no pueden ser unos parchosos, ni tampoco puede ser tan coñazo el rollo éste de llevarse el MP3 durante el entrenamiento!”. Y me puse a “investigar” dentro de la gama Pata Negra” (de 30 pavos para arriba).

Para empezar, los auriculares ahora están recubiertos con una silicona que repele el sudor y se adapta al oído. Primer punto. El cable es retráctil y tiene unas pinzas, con lo que dependiendo de donde te lo coloques, apenas baila. Segundo punto. Hay una nueva modalidad que se apoya en la oreja, con lo que no se sale apenas el auricular. Tercer punto. Además, el cable está recubierto de Kevlar, lo cual le confiere una gran resistencia al desgaste que supone la carrera.

Puede que algunos penséis “el gilipollas éste está descubriendo la pólvora”. Vale, lo confieso, tecnológicamente hablando soy más de productos maduros que de la última mariconada de los de Cupertino que los frikis de la manzanita esperan ansiosos en foros tecnológicos.

Así que ahora me veo a las 7:30 de la mañana cantando clásicos como el Sweet Child of Mine (imaginaos los gorgoritos que puedo soltar a esa hora y a 150 ppm), Go West (la de los Pet Shop Boys, ojito), I want to break free o Entre dos tierras entre otros.

La carrera continua y los rodajes se hacen más amenos, la verdad. A pesar de que normalmente no me aburro viendo cómo cambia el parque de un día para otro, la música ayuda a mantener el ritmo. A un ritmo lo suficientemente bajo se sigue oyendo el crepitar de las hojas, los pájaros y mis amigos los perros con sus agradables ladridos. Lo descarto para las series que no hago ahora, pero esa horita aproximada que corro por las mañanas se hace más amena aún con música.

viernes, 21 de junio de 2013

¿Qué me llevo?

En cualquier viaje que haga un runner es inevitable que, por inercia,  eche las zapatillas por si acaso. Aunque las posibilidades de correr en un paquete “Egipto Misterioso” , en el crucero “Antártida Desconocida” o en una escapada romántica a una Casa Rural “con encanto”, más que escasas sean nulas, allá que echa las zapatillas. Así, aparte del equipaje, nos llevamos el equipo completo porque con las zapatillas va la ropa “técnica”, el pulsómetro y el resto de parafernalia.

Me imagino que será parecido al acopio de zapatos de gran parte del género femenino, que para ese paquete “Egipto Misterioso” echa las botas de Goretex por si refresca, las sandalias por si hace calor en el crucero “Antártida Desconocida” o los tacones de aguja en aquella escapada romántica a una Casa Rural “con encanto”, ya que todo el mundo sabe que en los Picos de Europa es muy probable que te inviten a la Fiesta del Embajador que ese fin de semana está cazando urogallos. Esto se traduce en no menos de cinco pares de zapatos por fin de semana con sus correspondientes complementos (bolsos y demás). Desconozco la diferencia entre unas “francesitas” o unas manoletinas (probablemente porque con éstas te pones la chaqueta por chicuelinas) o los matices que separan a unas chanclas de unas sandalias o de unas romanas (¿será la harina de freír?). Para mí la diferencia en el calzado se reduce al color (marrón, azul o negro) y si tiene cordones, hebilla o ninguno de los anteriores.

En cuanto a las zapas o son de paseo o son de correr (pisada neutra, horma estrecha, con amortiguación <80 35="" a="" ah="" al="" alto="" apropiado="" art="" convierte="" culos="" de="" del="" dependiente="" deporte="" deportes="" en="" encima="" entretenimiento="" estamos="" f="" hablando="" hablar="" jardiner="" juegos="" junto="" la="" los="" m="" mero="" n="" nada="" ni="" no="" o:p="" p="" para="" pillar="" ponen="" por="" qu="" que="" riesgo="" s="" se="" secci="" tbol="" turno.="" usa="" y="" zapatillas="">

Supongo que con este comportamiento irracional rayando en lo absurdo nos hace sentirnos más a gusto con nosotros mismos, más seguros, más racionales.

Nos gusta correr y, si es por sitios diferentes, mejor. Corriendo se conoce mejor las ciudades y los sitios. Vas lo suficientemente rápido como para ver más en menos tiempo sin perderte nada por el camino. Y vas lo suficientemente lento como para disfrutar de ellos, de sus ruidos, de sus olores. Te puedes meter por cualquier camino, oler el campo, bajar por la vega del Guadalquivir, ir por el Quai d’Orsay al atardecer, subir a la ermita de Hontanares por un espectacular camino en medio de un robledal, correr por la playa de San Lorenzo con marea baja o pasar de Europa a Asia en una ciudad tan única como Estambul. Además te mimetizas con el entorno: no pareces un turista al que clavar salvo que abras la boquita y preguntas alguna gilipollez o te delate tu acento.


Yo, “por si acaso” echaré las zapatillas aunque sepa que no las voy a utilizar, unos zapatos con tacones de aguja y un bolso a juego. Y que viva el transformismo, que nos acercamos a la semana de Orgullo.

viernes, 14 de junio de 2013

La mochila y la operación bikini

El sábado pasado salimos por uno de los múltiples senderos que hay por Riaza  a pasear con los enanos. De momento no puede llamársele “senderismo” porque para eso hay que andar mucho y las piernas de 7, 5 y 2 años no es que tengan “mucha gasolina” como le gusta decir al mediano.

EL caso es que para evitar tener que llevar al enano en brazos durante mucho tiempo o eternizarnos a su ritmo (lo normal), nos llevamos una mochila de senderismo.

Al ponérmela me di cuenta de lo que pesan catorce/quince kilos en la chepa de verdad. Y es mucho. Normalmente hablamos medio en broma medio en serio de que nos queremos quitar esos “dos ó tres” kilos de mochila que nos sobra, pero no nos hacemos una idea de lo que acumulamos lentamente hasta que de golpe y porrazo nos cargamos con esta cantidad de kilos y nos ponemos a andar a una velocidad más o menos constante.

O cuando vemos la ropa de hace unos años y nos damos cuenta de que es tres ó cuatro tallas mayor a la  de ahora. Vale que actualmente se lleva la ropa más pegada (“slim fit”), pero no todo es moda.

Cuando volví a correr después de unos años a principios de 2006 lo hice porque me subí a la báscula para pesar a me hijo y vi las tres cifras fatídicas, 100,9. Mi hijo tenía cuatro meses y pesaba seis kilos, no hay que ser muy lince para darse cuenta de que pesaba 95,9. En seis meses perdí nueve kilos. En un año, doce. En dos, quince. Desde 2008 me he movido en torno a 80 kilos, si bien ahora estoy en 77 clavados desde MAPOMA 2013. Siete años después mi hijo mayor y yo pesamos conjuntamente lo mismo, pero él ya pesa 24.

Por el camino he pasado de una talla 56 de traje (apretada) a una 50 (holgada); de tener que meterle a las mangas de la chaqueta a tener que sacarle. De la camisa XL a la M… me he gastado una pasta en renovar el armario por el camino al tener que donar ropa nueva. No la he guardado “por si acaso” de la misma que Hernán Cortés quemó sus naves “por si acaso”.

¿Qué si he pasado hambre? Poca, la verdad. El punto fundamental ha sido comer comida de casa (que no casera), que a uno le permite seguir una dieta equilibrada. Con una disciplina mínima la pérdida fue constante en los primeros meses y muy ligera después (lo normal).

¿Trucos? Pocos, la verdad. Por otra parte tampoco pretendo ser maestro de nada.

¿Consejo? Sólo uno, no hacerse trampas al solitario porque estaríamos engañando a un gilipollas: una ensalada de pasta no es una ensalada, es un plato de pasta fría. Que lleve un tomate cherry o una hoja de albahaca no la convierte en ensalada de la misma forma que un chándal del Madrid no me convierte en CR7.

El tener, además, una vida activa en forma de jugar con los enanos también ayuda. Pienso que lo que engorda no es ese último trozo de pan que te comes, de igual forma que lo que te emborracha no es la última copa sino todas las anteriores.

No, lo que engorda es moverse menos que los ojos de Espinete; esas cien calorías de más que no quemas porque mola más quedarse viendo “Juego de Tronos” y guasapear con los colegas en lugar de quedar con ellos y disfrutar de la primavera.

El día de MAPOMA estaba desayunando en la cocina cuando oí en la radio a una endocrina diciendo que el problema no es que comamos mucho, sino que nos movemos poco. Por lo visto la comida envasada de hoy en día tiene un 20% menos de calorías que la de hace veinte años y, sin embargo, somos un 20% más obesos que entonces. ¿Hemos sufrido una súbita y maligna mutación colectiva? No, nuestro organismo es una máquina perfecta y se ha adaptado como lo ha hecho siempre, aparte de las trampas que nos hacemos al solitario con el cuento de que compramos comida “sana”, que no comemos casi “nada” y que practicamos deporte “con frecuencia” sin especificar con qué frecuencia.


Decía TS Elliot «Así es como termina el mundo, no con una explosión, sino con un lamento»; pues eso, de tanto quejarnos y haciendo tan poco nos darán por culo. Hay que salir llorado de casa.

Una frase menos pedante es la de Emilio Botín: "Lo que no son cuentas, son cuentos" y es que al final si te metes más de lo que sale (sin segundas) lo acumulas. Inventario final es igual al inicial más las entradas menos las salidas. Tan fácil. ¿Tan difícil?

viernes, 7 de junio de 2013

Resumen de Mayo

Se pasa el mes de Mayo más frío de no sé cuántos años y el perla negacionista del cambio climático con el que suelo cruzarme de vez en cuando por los pasillos se muestra eufórico porque los hechos le demuestran que todos (salvo Bush y él) estábamos equivocados. Puede ser, incluso, que nos dirijamos hacia una nueva glaciación. O a la colisión con Andrómeda. O hacia el Advenimiento del Juicio Final, quién sabe.

Uno, modesto conocedor de los “mercados” esos tan malvados como impersonales y con la estadística como una de las mayores perversiones/aficiones, sabe perfectamente que una observación anómala (“outliers” que dirían los pedantes) no tiene influencia en una media: lo importancia es la tendencia, ésa que es claramente alcista, aunque con dientes de sierra. Pero bueno, esto parece que no es importante y que cada uno lleva el agua a su molino. Mientras tanto sigamos consumiendo desaforadamente hasta que pete el planeta.

Este respiro en la subida de las temperaturas ha hecho que aún corra a mediodía y que haya postergado el madrugón hasta quizás la semana que viene.

De momento sigo manteniendo una salida semanal en bici. Si bien 45-50 minutos dan para 20-22 kms, el rato me sienta estupendamente.

En cuanto al “running” los ritmos se van aligerando: si a principios y mediados de mes me costaba bajar de cinco minutos, la pasada semana ya me movía holgadamente en torno a 4:45.

De lo que me he quitado esta semana ha sido del rodaje del domingo, y es que cuando un virus entra en una familia numerosa se integra tan rápidamente que a los dos días es uno más.

Como resumen de mayo decir que ha sido el mes con menos kilometraje desde Noviembre/2011, con 116 kms. Entre el “marathon blues” y tres salidas en bici he bajado 40 kms con respecto al año pasado, algo normal por otra parte.

De cara al verano pienso madrugar para correr y sacar alguna salida en bici a mediodía. A pesar del lastre que llevo en la bici en forma de equipamiento considero este ejercicio como muy equilibrador del desequilibrio que supone el running. Dejo para septiembre el gimnasio para mi inminente nueva vida “commuter” hacia el extrarradio.