viernes, 10 de julio de 2015

Trail Canencia, mi crónica

Última carrera de la temporada… o tercera del año. Las previsiones apuntaban a que iba a hacer calor a principios de Julio y bien que hizo. Ya a las 09:00 se notaba que iba a picar. La primera edición de esta carrera se notó en que el reparto de dorsales fue lento, muy lento, lo que motivó que saliéramos media hora tarde.

Sobre el papel el recorrido era “fácil”. Un desnivel según el Garmin de casi 1.400+ en 38 kms no puede considerarse mucho. Sin embargo, hay circunstancias que hay que tener en cuenta.

La primera, el calor que, sin ser tan agobiante como en Madrid, sí que condicionó bastante el rendimiento.

La segunda, el perfil. Los 15 primeros kilómetros tienen un perfil plano, ligeramente descendente que, por inercia, te incita a dejarte llevar. Muchos de ellos me salieron por debajo de 5:00. Desde Canencia hasta el embalse de Pinilla tanto el paisaje como los demás corredores te invitan a dejarte llevar. Sin embargo, los pequeños repechos, el agarre de unas zapas no concebidas para llanear, el peso de la mochila, el sol y el calor te hacen subir las pulsaciones más allá de lo deseable. No nos engañemos, la mayoría de los que corremos trail (o intentamos) venimos del asfalto y entrenamos en asfalto o, en el mejor de los casos, en parques y enseguida nos salta ese deje runner que nos hace subir una cuesta a ritmo o configurar el pulsómetro con laps por kilómetro.

Noto los efectos de la euforia en forma de pulsaciones y decido bajar el pistón: los cinco primeros kilómetros los hago en 24:45 y, a pesar de pensar que iba bien, decido andar un tramo de subida. Y luego otro. Aún así me siguen saliendo kilómetros por debajo de 05:00.

Llego al 10, poco antes del avituallamiento, a una media de 5:14. Siguiendo a los corredores de delante, que no las casi inexistentes indicaciones, llego al avituallamiento con un compañero con una camiseta del Atleti. “Ha pasado uno del Barsa” le dice una voluntaria “¿Y del Madrid?” responde “No”. “¡Cobardes!” Qué alegría una sandía fresquita en plena carrera…entre que es una de mis frutas favoritas (me puedo comer media a pesar de las consecuencias) y el calor por poco me quedo con las voluntarias.  Un minuto para descansar y p’adelante, que toca pasar por Pinilla. Más por intuición que por las indicaciones consigo no perderme por el pueblo. Sigo rápido y andando en los pequeños repechos. La táctica me funciona porque llego al km 16 a 5:21 de media. Pero el camino se hace ya un poco más “cuestoso” y ando más que corro. Aún así llego al  pie de la cuesta del Reventón (menudo nombre original a la par que premonitorio) en el km 18 y sólo llevo 01:38 horas.

Justo donde empieza la cuesta, en un tramo sombrío y pedregoso, cambio el ritmo y a piñón andando. Me adelantan algunos corriendo. Según el perfil estamos a algo menos de 1.100 msnm y tenemos que ascender a cerca de 1.800 msnm en una ascensión de unos 10 kms a piñón.

Justo en el km 20 hay una de las cagadas de la organización. Apartado del camino, a unos 200 metros a los pies de una ermita, está el avituallamiento y control manual. Algunos corredores deciden continuar por desconocimiento o porque, simplemente, no estaba bien indicado. Yo voy porque un corredor que salía me lo dijo… me bebo toda el agua, todo el isostar y me como todo el melón.

A partir de ahí empieza la cuesta, larga, tendida y al sol. A un ritmo constante  de 10:00 (pendiente media del 11%) llego al km 28, la cima (eso creía) del Puerto de braña. Somos pocos pero incluso adelanto a alguno que otro. Justo ahí conozco a Luis Alfonso, que me dice que queda un “repecho” más adelante. Se puede correr cuesta abajo tranquilamente puesto que la superficie no es nada técnica. Y corro. Y lo mejor de todo es que no me adelanta nadie.

Vista hacia el sur... La montaña de en medio es La Cabrera


Alternando toboganes me aprieto el último repecho, una tachuela de 70 metros y comienza mi descenso… corro ya por pista por debajo de 05:00 hasta el avituallamiento del km 32 donde me lo bebo todo y vuelvo a disfrutar de la sandía. En el momento que la voluntaria saca el cuchillo para cortar más sandía decido marcharme, que por mucho que haya una pareja del Seprona presente las armas las carga el diablo. “Si soy muy pacífica” dice entre risas la voluntaria. “Pero lo más contundente que llevo para defenderme es una tirita de Rayo MacQueen”. Sinceramente, es de agradecer el interés y la simpatía de los voluntarios después de tantas horas al sol.

Bajando noto la falta de entrenamiento de fondo en forma de cansancio pero me pongo en modo Cholo y decido correr “kilómetro a kilómetro”. Alterno tramos de 50-100 metros andando con otros de 500 corriendo y bajo a 5:40 de media. Entrando ya en el pueblo hay varios tramos por donde es fácil perderse pero no, la torre de la iglesia nos guía. A falta de un kilómetro me pongo a 4:30… me pongo guapo (es decir, me quito la gorra y las gafas) por si hay alguien haciendo fotos y esprinto. 4:35 al final!!! Con muy buenas sensaciones. Posición 20ª absoluta y 8ª de mi categoría (vamos, que hubo nivel flojo, flojo...)

Lo mejor: Por la carrera en sí los voluntarios. Amables a más no poder e interesados en todo momento por el calor y la señalización (algo debían barruntarse). Por mi carrera… aprender a correr con calor gestionando distancias, líquidos y tiempo y levantar el pie en los tramos iniciales muy corrible pero que podían consumir una energía necesaria más adelante. La recuperación fue muy buena; de hecho el martes estaba dándolo todo en clase de BOdy Combat (del que escribiré). La carrera en sí es muy disfrutona y alterna muchos paisajes (pantano, montaña, robledales, pinares, puerto…).

Lo peor: La Organización y la falta de voluntarios y la ausencia de indicaciones. Una carrera de 38 kms es muy larga y no vi voluntarios en los tramos más conflictivos (sobre todo en el segundo avituallamiento). Las indicaciones brillaban por su ausencia. En una carrera de 170 inscritos no es muy lógico esperar media hora a que te den el dorsal y que tuvo como consecuencia un retraso de media hora. Supongo que es uno de los típicos fallos de las primeras ediciones y que en próximas lo enmendarán. El entorno es muy chulo como para repetir.


Conclusión: ¿No estoy para trails muy exigentes como Somiedo? por la falta de entrenamiento específico y al parón que voy a tener de dos semanas en la playa. Para los que os lo planteéis: hay una ventana de participación en el blog de la bebida de la chispa de la vida. Dan cuatro dorsales a la respuesta más original a “¿Dónde te gusta perderte?” Yo jugaría con las palabras perderse, encontrarse…