miércoles, 27 de agosto de 2014

Desafío Somiedo, Media Crónica

Ésta no va a ser una crónica al uso. De hecho si buscáis épica os aconsejo que no sigáis leyendo o que os descarguéis “300” porque no terminé la carrera. Si queréis saber porqué continuad…

El día anterior las previsiones eran de sol, lluvia, chuzos de punta, tormentas, meteoritos  y viento a punta pala. Vamos, las siete plagas bíblicas. Aún así decidimos ir y plantearlo como una excursión abortable.

Teniendo la salida a las 09:30, puse el despertador a las 05:30 (tenía casi dos horas de viaje desde Gijón). A esas horas, un sábado y por la autovía lo único que se veían eran coches poligoneros (lo siento, un Seat León amarillo con llamas en el lateral estilo Hot Wheels, lunas tintadas de negro y Juan Magán a todo trapo es de poligoneros por mucho que le pese a mi hijo mediano).

La hidratación hizo su efecto y al inicio del desvío para Somiedo tuve que entrar en boxes. “Está entrando en el concejo de  Somiedo” o algo así. Acaba de amanecer y empieza a sonar el “Welcome to Paradise” de Greenday, menuda metáfora.


Llego a la Pola de Somiedo a eso de las 08:00 y el pueblo ya estaba petado. A eso de las 09:00 ya estaba en Valle del Lago, lugar de salida y tenía que buscar mi dorsal que por error se lo habían dado a otro. Cinco minutos antes de salir llega la familia y retrocedo para despedirme. Segunda vez que me llaman desde la organización, esta vez porque salgo cinco minutos tarde.

Con el coche escoba (premonición al canto) empiezo a correr una cuesta asfaltada muy tendida que en menos de un kilómetro abandonamos para empezar el trail de verdad. Andando rápido empiezo a alcanzar corredores desde el segundo kilómetro. Voy como un tiro (eso creo), los bastones los llevo como si los hubiese llevado toda la vida. Da tiempo para hablar (u oír, en mi caso), que si el trail de Mallorca, el de Pirineos, el de Marte… y yo con menos pedigrí que un perro de escayola me limito a oír. El tiempo es perfecto: nublado pero sin llover y sin viento. El terreno con alguna piedra pero en continua subida me permite alegrías como correr en algún tramo. EL sol se asoma y permite ver los picos en todo su esplendor. Con unos ritmos muy controlados llego a Lago del Valle. En un entorno idílico toca reponer agua mirando al Lago y aprovechando para echar alguna foto.



Mi retorcida mente financiera-runner (menudo cóctel explosivo) calcula que debo ir unos 20 minutos por encima del cierre por lo que me relajo y disfruto del paisaje. Estoy a 1.500 metros y feliz como una perdiz.

A partir de ese momento el camino se difumina y pica hacia arriba durante un par de kilómetros. Las Salomon empiezan a demostrar sus cualidades agarrándose como pulpo a la piedra viva. Girando en una curva uno se da cuenta de porqué Somiedo es Somiedo.

Aquí iba como una bala. Sólo faltaban los hobbits saltando

Altitud 1.750 y empieza una bajada por una pista que va bordeando los distintos lagos de Saliencia (Cerveiriz, Negro, de la Cueva). El suelo es oscuro, casi color caldera. Y es que hasta durante siglos se extrajo mineral de hierro por aquí. Con continuos toboganes en los que me lo paso teta sigo incrementando mi “colchón” hasta más allá de los 40 minutos en el km 15, justo la tercera parte del recorrido y el avituallamiento en La Farrapona, a 1.750 metros de altura. Me vengo arriba cuando veo a mis dos hijos pequeños y a mi mujer que llevan esperando un bien rato allí. De estraperlo consigo dos nubes para los enanos y me pongo gincho de nubes, frutos secos, acuarios y chocolate. Estoy exultante y pienso que no es para tanto. La ignorancia es atrevida y osada.

Justo encima del puerto, en la frontera con León, se alza el puerto de Los Bígaros, una peña que hay que subir… y bajar. En poco menos de un kilómetro hay que subir unos 300 metros, entre jaramagos al principio y roca pelada al final. No pasa nada, en fila india voy subiendo…y justo al final a gatas. En ese momento se levanta un viento del sur bastante tocapelotas… en 29 minutos he subido. Pero todo lo que sube baja… si hay cojones. Los mismos voluntarios te dicen que bajes con cuidado “¡¡coño!! Si estos son más de monte que un muflón ¿cómo será la cuesta?” La puta cuesta de Los Bígaros es una puta pared de la que cuelgan piedras con más miedo que vergüenza. Sigo las banderillas porque debe ser lo menos difícil “¿Vertigo?” me pregunta uno “No, miedo” “¿Y qué diferencia hay?” “El vértigo paraliza, el miedo ralentiza”. Para más INRI el helicóptero de rescate da más vueltas que la Noria del Tívoli. La escena de Frodo y Sam Sagaz bajando a Mordor me viene a la cabeza; cómo se despeñan las putas piedras, que cogen una velocidad que no veas. Poquito a poco y con ese pensamiento de “¿quién coño me mandaría apuntarme?” bajo al trantrán. En 33 minutos hago un kilómetro con un tramo en el que puedo andar… imaginad el ritmo que llevaba. Ha dejado de llover, el aire no lo noto (menos mal).

Una vez abajo me meto por la braña de La Mesa y la Foz de los Arroyos. Un tramo chulísimo. De nuevo vuelvo a disfrutar con el paisaje, con la carrera, con el agua. Sigue haciendo buen tiempo… y recupero algo de tiempo porque puedo correr. Pero la (mala) experiencia de la bajada se va extendiendo. El perfil del siguiente puerto (parecido, pero más bajo), unas nubes negras realmente amenazadores y el coche escoba en Saliencia son factores que van sumando. No tengo ganas de echar fotos al que considero el mejor tramo (por bello) que he corrido. Para colmo el corredor-cierre  me alcanza y empieza a ¿motivarnos? A los que vamos con él a base de meternos caña. Joder, lo que me faltaba, en Somiedo metiéndome prisa, coño, para eso no está una cosa que se hace por gusto.

Llegamos a Saliencia con diez minutos por encima del cierre de control. Y en ese momento decido abandonar. Sí, abandonar. La expectativa de una nueva bajada parecida y un tormentón por ahí no me atrae. Y llevar durante cuatro horas a un Pepito Grillo al lado tampoco. Ojo, que esa tiene que ser su función, pero no me atraía nada. Los macarrones con tomate me saben como dos cuartos de lechazo bien servidos, qué buenos. Cuando voy a darle el dorsal a la voluntaria me pregunta “¿de verdad vas a abandonar?” y me da razones para no hacerlo.. que si el siguiente puerto no es tan duro, que lo intentes y si no abandonas en el siguiente punto… después de la bajada. Físicamente me encuentro bien: he hecho los CaCos de manual, no me he flipado; me he hidratado y comido gominolas o frutos secos en las subidas. He corrido en las bajadas. Por un momento dudo pero me reafirmo en mi decisión. Km 23 y 4:20. No es lo mismo “sufrir” media hora o una hora que cuatro horas con dos mil metros más de desnivel. Fin.

Cojo el autobús de regreso a Pola de Somiedo y, casualidades, allí está la familia. Ya en Pola me encuentro con Óscar que ha abandonado lesionado y nos tomamos el reglamentario tercio de Mahou (éste sí que debería ser material obligatorio en todas las carreras). A eso de las cuatro se desata una tormenta de esas que pondría cachondo al mismísimo Noé. Nos alegramos de haber abandonado.

Sin embargo… UNA NUEVA ESPERANZA … al día siguiente ya estaba dándole vueltas a qué había hecho mal porque mi intención es la de volver y terminarla.

Mi hijo mayor me decía “ya sé porqué se llama SoMIEDO”. Pues va a ser que sí, que otro año será Sofrito, Soterrado, Sefiní pero no SoMIEDO. “Volveré”.

Estoy convencido de que he empezado la casa por el tejado, por lo que toca cambiar de estrategia y reinventarse. Me ha gustado demasiado el trail como para dejarlo por tres piedras de nada. Pero este análisis da para otro post.

PD: Acabo de apuntarme al Medio Maratón de Somosierra, con 900D+ y subida al Pico de las Tres Provincias