Tenía ganas de correr por El Escorial de cara a la carrera
del 9 de Mayo y esta prueba parecía una buena de toma de contacto. No sé porqué
pero recordaba haber visto que el D+ iba a ser de 900+, algo más dura que
los 1.500+ de Mayo. El caso es que una
semana antes vi que eran 1.400+ y que incluso se recortaba la distancia a 18
kms… sin lugar a dudas la más dura a priori de todas las que he corrido
(irónico, porque ésta era mi cuarta carrera).
Por primera vez y sin que
sirviera de precedente la tarde de antes preparé la mochila, una Salomon de 12
litros que me regalaron en el día del padre (con silbato y todo) que tiene más
tecnología que un Iphone (y no le pasa nada si se moja). Pero es que para
preparar la bolsa de hidratación o los bastones hace falta algo más que dibujar
un croquis. La mochila, eso sí, se adapta como un guante a la espalda. Se fija
como un tatuaje y tiene más detalles que el salpicadero del Coche Fantástico.
Con los bastones a la funerala, además, uno tiene la sensación de ser un puto
Ninja.
Las previsiones meteorológicas
indicaban posibilidad de llovizna débil a la hora de la prueba, por lo que la
organización añadió como material obligatorio un cortavientos. Una llamada a mi
Sensei me quitó la idea de llevar malla larga o guantes de soldador (tengo las
manos más delicadas que las de Mark Knopler), y es que el saber no ocupa lugar.
No hacía frío en El Escorial y
tampoco llovía. No llegó a ser como en
Jesucristo García porque no se abrió un claro entre las nubes para poder
ver el sol pero sí que clareó un poco. A las 10:20 clavadas se dio la salida y
desde el principio para arriba. Todo el mundo corriendo y, dignidad ante todo,
yo también, antes ahogao que andando. Los primeros metros por asfalto corriendo
con cuestas del 5-7% ¿cuándo empezamos a andar? Justo cuando empieza el camino,
que no nos ve nadie. Tal y como nos habían dicho en la breve charla técnica,
camino con raíces entre pinares (como el queso del Mercadona) que en la bajada
sería muy peligrosa, piedras sueltas y mucho piso con ese granito tan
característica de la sierra de Guadarrama que era muy resbaladizo. Con tanta
lluvia había muchos regueros/arroyos en los que había que meter el pie porque
uno no es Mr. Fantástico. Y qué agua más frío, coño.
Con pendientes del 30% no había
posibilidad para la épica. Manos a los cuádriceps y para arriba en fila india.
No llueve, sudo mucho porque me pongo a 150 ppm pero no me quito el
cortavientos por no parar. En poco más de una hora estoy en Abantos. Mejor
dicho, me entero que estoy en Abantos porque dejo de subir… y es que hay niebla
y está empezando a nevar. Al principio la bajada es suave, pista forestal sin
mucha inclinación…esto marcha. Avituallamiento normalito y para abajo.
¿Había dicho que la bajada era
suave? Lo de “al principio” era premonitorio porque en seguida nos metemos por
unas cuestas de ésas en las que las cabras se te echan en brazos cagadas de
miedo... no, en serio, bajadas con pendientes en torno al 30%, suelo con raíces
y hojas aciculadas que las esconden. Pongo a prueba las XT Wings y llevo al límite
los tobillos. Dejo pasar a una chica que, con un “muchas gracias guapo” no me
deja otra cosa que devolverle un “de nada, guapa”. Y cómo bajaba…se hostia, se
hostia seguro… pues no. Perfeccionando la técnica de bajada sobre la marcha (o
eso creo, que una cosa es cómo te ves y otra cómo te ven) braceo, me bajo el
tronco, trato de bajar de lado… pero me adelantan bastantes corredores lo que
es un signo de que voy lento. Aún así soy constante, cuatro kilómetros de
bajada salvo un repecho a 7:30 (meto aquí la zarpa de asfalto) 1:40 horas y 11
kms. Casi sin solución de continuidad empieza un nuevo ascenso en el km 10 que
llevará el Portacho en el km 12 que no termina de llegar porque
a esas alturas ya llevaba 900d+ y 600d-. Los tobillos como boniatos y un dolor
en la puntera que apuntaba a ampolla. Un kilómetro y medio dándolo todo y llego
a la cumbre a partir de la cual hay que bajar con mucho cuidado en zigzag con
piedra suelta. Me noto un poco de flato y bajo el ritmo. Como efecto del
cansancio levanto menos el pie y, claro, empiezo a tropezar más, por lo que me
obligo a exagerar en la zancada. Me siguen adelantando corredores, pocos,
porque quedan menos por detrás. Con la bajada de ritmo consigo dominar el
cuerpo y me pongo a piñón. Me permito el lujo de ir recuperando posiciones. Me
encuentro cómodo dentro de la jodienda por ver El Escorial allá abajo. Las
cuestas pierden intensidad pero estoy a punto de meterme un hostión de cojones
por confiar en una cuerda puesta en una roca de granito que, al agarrarme, me
quedé con ella en las manos literalmente como si fuese El Coyote… se masca la
tragedia en forma de jardalazo pero pongo la posturita Spiderman y me quedo ahí
agazapado justo a la entrada del pueblo.
Coser y cantar, “asfalto rico y
tieso” como dice el macarra de mi hijo mediano. Acelero, adelanto y 3:03
después de salir llego a meta.
Conclusiones: Me queda mucho por
aprender, sobre todo en las bajadas. No sé si llegaré a bajar bien y tampoco sé
si quiero ya que el miedo al hostión es más poderoso que el estímulo de una
mejor marca o el placer de bajar a toda hostia. Aunque sea plenamente
consciente que las carreras se ganan en las bajadas pretendo seguir disfrutando
de una carrera por el monte. Al fin y al cabo uno de los motivos (si bien
secundario) que me han llevado a correr trails es por no estar sujeto a la
tiranía del cronómetro salvo para que no me cierren el control. Lo malo de
apretarse una prueba tan dura y técnica como ésta es que luego miras el perfil
de la siguiente y te parece más benigna. En el lado positivo pongo el cambio de
estrategia cuando empiezan los síntomas de cansancio y unas bajadas en las que
ya no tengo que llamar a mi encantador vecino Spiderman para que me rescate (si
fuese Spiderwoman…).
Del “nunca mais” del domingo ante
una prueba tan dura ¿os suena? Al día siguiente se pasa a un “¿por qué no?” y,
muy probablemente, a un “Volveré” en una semana.
Daños colaterales: tengo los
cuádriceps que no los siento y el glúteo alto igual. No voy a poder entrenar en
dos ó tres días. Como se suele decir… jodido pero contento. Hoy empiezo con
Body Balance en modo señora. Afortunadamente tenemos amnesia selectiva y no
recordamos los dolores ni los padecimientos de una carrera para otra pero no
recuerdo que después de MAPOMA o París tuviera secuelas más graves que las de
esta carrera. El síndrome de abstinencia se cura con un sustitutivo y yo estoy
andando como los abuelos.
Efectos colaterales: voy de
subidón porque encuentro más asequible la carrera de Mayo. Otra cosa es que la
distancia (42 kms) me ponga en mi sitio, que me pondrá. Pero bueno, para eso
están los puntos de retirada. Y andar por el campo, coño.