miércoles, 25 de marzo de 2015

Tactika Trail Abantos-El Escorial, mi crónica

Tenía ganas de correr por El Escorial de cara a la carrera del 9 de Mayo y esta prueba parecía una buena de toma de contacto. No sé porqué pero recordaba haber visto que el D+ iba a ser de 900+, algo más dura que los  1.500+ de Mayo. El caso es que una semana antes vi que eran 1.400+ y que incluso se recortaba la distancia a 18 kms… sin lugar a dudas la más dura a priori de todas las que he corrido (irónico, porque ésta era mi cuarta carrera).

Por primera vez y sin que sirviera de precedente la tarde de antes preparé la mochila, una Salomon de 12 litros que me regalaron en el día del padre (con silbato y todo) que tiene más tecnología que un Iphone (y no le pasa nada si se moja). Pero es que para preparar la bolsa de hidratación o los bastones hace falta algo más que dibujar un croquis. La mochila, eso sí, se adapta como un guante a la espalda. Se fija como un tatuaje y tiene más detalles que el salpicadero del Coche Fantástico. Con los bastones a la funerala, además, uno tiene la sensación de ser un puto Ninja.

Las previsiones meteorológicas indicaban posibilidad de llovizna débil a la hora de la prueba, por lo que la organización añadió como material obligatorio un cortavientos. Una llamada a mi Sensei me quitó la idea de llevar malla larga o guantes de soldador (tengo las manos más delicadas que las de Mark Knopler), y es que el saber no ocupa lugar.

No hacía frío en El Escorial y tampoco llovía. No llegó a ser como en  Jesucristo García porque no se abrió un claro entre las nubes para poder ver el sol pero sí que clareó un poco. A las 10:20 clavadas se dio la salida y desde el principio para arriba. Todo el mundo corriendo y, dignidad ante todo, yo también, antes ahogao que andando. Los primeros metros por asfalto corriendo con cuestas del 5-7% ¿cuándo empezamos a andar? Justo cuando empieza el camino, que no nos ve nadie. Tal y como nos habían dicho en la breve charla técnica, camino con raíces entre pinares (como el queso del Mercadona) que en la bajada sería muy peligrosa, piedras sueltas y mucho piso con ese granito tan característica de la sierra de Guadarrama que era muy resbaladizo. Con tanta lluvia había muchos regueros/arroyos en los que había que meter el pie porque uno no es Mr. Fantástico. Y qué agua más frío, coño.

Con pendientes del 30% no había posibilidad para la épica. Manos a los cuádriceps y para arriba en fila india. No llueve, sudo mucho porque me pongo a 150 ppm pero no me quito el cortavientos por no parar. En poco más de una hora estoy en Abantos. Mejor dicho, me entero que estoy en Abantos porque dejo de subir… y es que hay niebla y está empezando a nevar. Al principio la bajada es suave, pista forestal sin mucha inclinación…esto marcha. Avituallamiento normalito y para abajo.



¿Había dicho que la bajada era suave? Lo de “al principio” era premonitorio porque en seguida nos metemos por unas cuestas de ésas en las que las cabras se te echan en brazos cagadas de miedo... no, en serio, bajadas con pendientes en torno al 30%, suelo con raíces y hojas aciculadas que las esconden. Pongo a prueba las XT Wings y llevo al límite los tobillos. Dejo pasar a una chica que, con un “muchas gracias guapo” no me deja otra cosa que devolverle un “de nada, guapa”. Y cómo bajaba…se hostia, se hostia seguro… pues no. Perfeccionando la técnica de bajada sobre la marcha (o eso creo, que una cosa es cómo te ves y otra cómo te ven) braceo, me bajo el tronco, trato de bajar de lado… pero me adelantan bastantes corredores lo que es un signo de que voy lento. Aún así soy constante, cuatro kilómetros de bajada salvo un repecho a 7:30 (meto aquí la zarpa de asfalto) 1:40 horas y 11 kms. Casi sin solución de continuidad empieza un nuevo ascenso en el km 10 que llevará el Portacho en el km 12 que no termina de llegar porque a esas alturas ya llevaba 900d+ y 600d-. Los tobillos como boniatos y un dolor en la puntera que apuntaba a ampolla. Un kilómetro y medio dándolo todo y llego a la cumbre a partir de la cual hay que bajar con mucho cuidado en zigzag con piedra suelta. Me noto un poco de flato y bajo el ritmo. Como efecto del cansancio levanto menos el pie y, claro, empiezo a tropezar más, por lo que me obligo a exagerar en la zancada. Me siguen adelantando corredores, pocos, porque quedan menos por detrás. Con la bajada de ritmo consigo dominar el cuerpo y me pongo a piñón. Me permito el lujo de ir recuperando posiciones. Me encuentro cómodo dentro de la jodienda por ver El Escorial allá abajo. Las cuestas pierden intensidad pero estoy a punto de meterme un hostión de cojones por confiar en una cuerda puesta en una roca de granito que, al agarrarme, me quedé con ella en las manos literalmente como si fuese El Coyote… se masca la tragedia en forma de jardalazo pero pongo la posturita Spiderman y me quedo ahí agazapado justo a la entrada del pueblo.

Coser y cantar, “asfalto rico y tieso” como dice el macarra de mi hijo mediano. Acelero, adelanto y 3:03 después de salir llego a meta.

Conclusiones: Me queda mucho por aprender, sobre todo en las bajadas. No sé si llegaré a bajar bien y tampoco sé si quiero ya que el miedo al hostión es más poderoso que el estímulo de una mejor marca o el placer de bajar a toda hostia. Aunque sea plenamente consciente que las carreras se ganan en las bajadas pretendo seguir disfrutando de una carrera por el monte. Al fin y al cabo uno de los motivos (si bien secundario) que me han llevado a correr trails es por no estar sujeto a la tiranía del cronómetro salvo para que no me cierren el control. Lo malo de apretarse una prueba tan dura y técnica como ésta es que luego miras el perfil de la siguiente y te parece más benigna. En el lado positivo pongo el cambio de estrategia cuando empiezan los síntomas de cansancio y unas bajadas en las que ya no tengo que llamar a mi encantador vecino Spiderman para que me rescate (si fuese Spiderwoman…).

Del “nunca mais” del domingo ante una prueba tan dura ¿os suena? Al día siguiente se pasa a un “¿por qué no?” y, muy probablemente, a un “Volveré” en una semana.

Daños colaterales: tengo los cuádriceps que no los siento y el glúteo alto igual. No voy a poder entrenar en dos ó tres días. Como se suele decir… jodido pero contento. Hoy empiezo con Body Balance en modo señora. Afortunadamente tenemos amnesia selectiva y no recordamos los dolores ni los padecimientos de una carrera para otra pero no recuerdo que después de MAPOMA o París tuviera secuelas más graves que las de esta carrera. El síndrome de abstinencia se cura con un sustitutivo y yo estoy andando como los abuelos.


Efectos colaterales: voy de subidón porque encuentro más asequible la carrera de Mayo. Otra cosa es que la distancia (42 kms) me ponga en mi sitio, que me pondrá. Pero bueno, para eso están los puntos de retirada. Y andar por el campo, coño.

viernes, 6 de marzo de 2015

Vivir en Primavera

Quizás uno de mis discos favoritos sea “Morir en Primavera”, de Loquillo, que contiene auténticas joyas como “El Rompeolas”, “La Mala Reputación”, “Besos Robados”, “Todo el Mundo ama a Isabel”…  en días como estos, en los que pillamos con el paso cambiado al Corte Inglés, uno se da cuenta de que estamos ya (casi) en primavera.



Los almendros y los cerezos ya están florecidos, por primera vez la malla larga y la camiseta de invierno se quedan en casa y la mochila se queda en nada. Uno termina con una sensación de sed considerable y unas ganas de apretarse un cervezón a después de correr que no se quitan ni con una cerveza (hay que pedir dos del tirón para que se pasen).

Tres semanas o más sin escribir por trabajo al principio y por no tener que contar nada por una lesión de ciática. Y es que “si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo vayas a decir”. Pues eso, que para decir que una ciática me dejo una semana sin entrenar mejor me callo. Y no, no fue al albur de ver “50 sombras de Grey” (que no hemos visto) sino algo menos erótico festivo como bajar la escalera del gimnasio haciendo el gilipollas. Fisio, Body Balance y trotes muy suaves (cuando no descanso) han sido la tónica durante una semana.

En estos días los desniveles los he desterrado. Un rodaje por Gijón, otro por Córdoba y el del domingo por Hortaleza (de 22 km, ya recuperado) para comprobar que las Mizuno Wave Rider son unas máquinas de las de verdad. Y cada vez estoy metiendo más Pilates en mi rutina de estiramientos: saludo al sol (psoas y lumbar), tijera, postura de la cobra, la mesa...


Encaro dos semanas en las que de verdad tengo que incrementar intensidad y distancia.

En cuanto a lo primero Valdelatas, cuestas y el “step” en el gimnasio. Ayer me fui por un camino pegado a la valla de arriba desde donde hay unas vistas espectaculares de Madrid. Cuando uno se gira y ve una masa de encinas, pinos, álamos enmarcando el "skyline" me doy cuenta de la suerte que tengo de, entre otras cosas, poder correr a mediodía en estos sitios (prometo que la próxima vez me llevo el móvil "bueno" que iba con el Nokia pedorro) para echar una foto. INcluso  doblar sesiones como hoy, en la que he corrido ocho kilómetros a las 08:00 antes de currar con un ritmo muy vivo (4:35) y la clase cañera de GAP de los viernes a mediodía.

Lo segundo implica madrugar media hora más e irme hasta los 22-24 kms el fin de semana. El colofón en tres semanas en El Escorial, en un trail que me servirá de medida de mis aspiraciones del de Mayo. Subida al monte Abantos y bajada, 20 kms, 1.400D+. Con un perfil medio más exigente que la carrera de Mayo pasará por una de las zonas más chulas de la Sierra de Guadarrama. No creo que haya muchas aglomeraciones (tengo el dorsal 30, con lo que si hay una indigestión masiva igual toco pelo) pero igual estamos tocando techo con tanta carrera.