miércoles, 10 de agosto de 2011

Caña con miedo

Después de darle descanso unos días al isquio de mis entretelas, esta mañana he vuelto a intentar meterle caña. Con un poco de cuidado, con la prudencia cruzando la tenue frontera de la cobardía, el primer kilómetro se me fue a 4:50, el siguiente (todo cuesta abajo) a 4:20, y así siete más a una media de 4:37, que las subidas y bajadas del JC1 son importantes.

Con esta media, después de haber salido de una mediolesión (una sobrecarga no es una lesión, coño, es un exceso de entrenamiento que se cura levantando el pistón), y con la expectativa de la futura temporada, he de plantearme qué carreras correr. Y es que de Septiembre a Diciembre hay muchas, muchísimas. ¿Aspiraciones? Modestas, diezmiles y poco más. El Maratón de NY, Boston o Chicago los dejo para otro año.

Por diversos motivos, no he tenido apenas sesiones anaeróbicas desde Mayo, dos ó tres. Troticochineos a punta pala, quizás demasiados. Así, a 4:37 me salen 153ppm (88% de mi FCMáx), cuando hace seis meses hacía 4:30 a 150ppm. El argumento de la temperatura no me vale, ya que esta mañana había 14ºC a las 07:30. Consecuencia: he de meterme más caña, que me estoy acostumbrando malamente a troticochinear.

¿Cómo? Bueno, con tres días a las semana de entrenamiento (cuatro, a lo sumo), al menos uno lo tengo que dedicar a currarme ese umbral anaeróbico. Otro a series (¡¡ya empezamos!!) y el último a rodaje (o rodajito, porque más de una hora no puedo sacar).

Teniendo en cuenta que:
• El Garmin mide siempre de menos (un 1-2% aprox).

• El terreno por donde entreno es 60% parque y el resto asfalto/carril-bici.

• Que entreno solo (es decir, sin ese factor “pique” que hace que tiren de ti en ocasiones) y siempre en ausencia del efecto dorsal.

Creo que estaría en condiciones actualmente de estar en torno a 4:20 en un 10.000 (el año pasado hice 4:14), con lo que bajar de 4:10 lo veo difícil, al menos en Septiembre. Quizás en Octubre, o Noviembre.

Hay una carrera a finales de mes, la de Madrid corre por Madrid que tiene buena pinta. No sé si está homologada, pero francamente no me importa mucho. Al fin y al cabo eso sólo le sirve a los profesionales o semiprofesionales, a quienes quieren tener una pulserita para entrar en un cajón en la San Silvestre y a ciertos runners de oficina que en lugar de MMP tienen “Personal Best”, como Usain Bolt.

No sé si caerá alguna más, al fin y al cabo se trata de pagar por correr, una cosa que siempre ha sido gratis. Además, qué coño, si de lo que se trata es de correr y no de vacilar de camiseta técnica en el parque también cabe la posibilidad de correr sin dorsal.

Todo esto viene a ser lo mismo que los propósitos de Año Nuevo o Septiembre, pero sólo que plasmado “antesde”. A ver qué pasa cuando vuelva de vacaciones.

jueves, 4 de agosto de 2011

Cuando hablo de correr

Cómo no. Antes o después tenía que leer (y escribir) del libro del que muchos corredores hablan maravillas, elevándolo a una categoría cuasi referencial. El libro de marras es “De qué hablo cuando hablo de correr”, de un japonés llamado Haruki Murakami. No tengo ni idea de la editorial, porque me lo he descargado para leerlo de gratis en libro electrónico, que para eso ya he pagado cuatro cánones (ordenador, pen drive, libro electrónico con su memoria flash) para que el hijodelagranputa del Teddy deposite la fianza y se vaya a navegar con Mamoncín en su yate por el Caribe este verano y recuperarse del mal trago de sus dos días en el trullo.

He de decir que me ha decepcionado, seguramente por las expectativas tan altas que tenía debido a las recomendaciones, aunque me quedo con lo bueno.

De lo bueno: la constatación de que la sempiterna preguntita “¿y no te da pereza salir a correr con el frío/calor/viento.. que hace o tan temprano/tan tarde?” es como la existencia de Dios, que trasciende de lo meramente antropológico. Se ve que aquí “y en la China” (como dicen los abuelos), todo lo que no sean las inquietudes propias se la trae al pairo al respetable. Pereza me dan cosas como meterme en un atasco de una hora diaria de ida (y otra de vuelta) para ir a currar, diez en total a la semana (vamos, igual que si hubiese que ir a currar un día más); pereza me da perder una tarde entera montando el Sinfonier Klaus o el Mueble del Salón Magnus por ahorrarme veinte pavos y todo sin moverme del coche o de casa.

Además, un enfoque que no había pensado antes. La tendencia a engordar es buena debido a que el cuerpo nos manda un mensaje de que nos estamos pasando con la comida o de que nos estamos tocando los huevos con el (no) “deporte” que hacemos. Vamos, que hacemos de la necesidad virtud. Parte del razonamiento de que en general se tiende a pensar en que estar delgado es una señal de buena salud, cuando es justo al contrario: no tenemos sobrepeso cuando tenemos hábitos saludables.

En cuanto a lo que no me ha gustado, varias cosas.

La primera, el estilo, que no sé si deberá a una pésima traducción o es que el japonés es un idioma simple al máximo (me da que no). Las frases casi todas simples, con no más de dos renglones. Apenas frases compuestas. Vamos, que la prosa de Dan Brown es Góngora al lado de la redacción de esta traducción (insisto en culpar al traductor).

La segunda, la estructura, con continuas saltos y vueltas atrás en el tiempo. Para una peli de Tarantino o para Los Miserables me parece bien, pero para un libro de 130 páginas me parece poco útil. Se ve que, tal y como escribe, se trata de una sucesión de reflexiones tomadas a lo largo de los años, por lo que en ocasiones se le nota algo deshilvanado.

Pero bueno, ¿qué coño hago yo criticando el estilo literario de un escritor? Es como cuando el triste JJ Santos se pone a hablar de fútbol. Menos mal que en el Mundial le pusieron a Paco González (por gentileza de Anido) y a Camacho para que le enmendaran la plana. Qué agonías, joder. Qué gran frase es ésa de “Hay que salir llorado de casa”.

Hablando de correr… poco nuevo puedo contar. De momento sigo trotando a 5:00 y en cuanto aprieto un poco, el isquio comienza a temblar y me entra el canguelo. Si al final va a ser bueno no correr (durante un par de semanas).