lunes, 10 de agosto de 2015

El corredor y el Body Combat

Dados los calores del verano el otro día me metí en la clase de Body Combat. Decidí darle (o darme) una segunda oportunidad después de año y medio en el que lo probé y lo dejé por culpa de una lesión latente en el tensor.

Jurando en arameo en la camilla del fisio (el arreglo en el tensor duele más que un puto Alien saliendo de la tripa del compañero de Sigourney Weaver) dije “Nunca Mais”.  Ya. Como en todas las carreras.

Me gusta la música del Combat para correr. Puede que el 20% de mi lista de reproducción sea BC. Te da un subidón que no veas en esas cuestas que se alargan. Si, además, puedes visualizar a mediodía a base de meter ostias imaginarias era cuestión de tiempo que nos reencontráramos para siempre con ese poso como en las pelis pastelonas que ponen en Navidad. Y voto a bríos que así ha sido.

Le he  encontrado mucha utilidad como entrenamiento cruzado. A diferencia de la primera vez ahora sí que le he visto un sentido al ejercicio (no, no es deporte), más que nada porque requiere mucha técnica que se adquiere en otros entrenamientos. No se trata de dar ostias sin ton ni son, no. Hasta para dar ostias hace falta técnica.

Para empezar es importantísimo mantener el transverso firme (las “señoras” que hacemos Pilates, Yoga o Body Balance sabemos qué es eso y cómo trabajarlo), lo que repercute en una menor carga sobre glúteos, piramidales, lumbar, abdominales… lo que ahora se llama “core”, vamos.

La respiración, fundamental: gritando cuando se dan patadas u ostias expandimos la caja torácica comprimiendo con ello los músculos core y evitando lesiones (aparte de la tensión que se libera). Esta vez he descubierto que es cojonudo para las abdominales (oblícuos sobre todo): al elevar o girar el brazo estamos tirando del abdomen que no veas y, si se acompaña con la cadera, el hombro sufre menos. La intensidad aeróbica es muy intensa.

Lo que no he conseguido aún es coordinar algunos movimientos. Los movimientos sincopados y yo no nos llevamos bien. Nunca he sido buen bailarín. Ni regular. Ni malo. De hecho soy un pésimo bailarín. Esos movimientos de Thai Boxing que simulan agarrar la cabeza del contrario y machacarla contra la rodilla los llevo mal; mejor dicho, no los llevo: Robocop a mi lado es Joaquín Cortés. ¿Os acordáis de las momias de “Barrio Sésamo”? Pues algo así es mi estilo único (porque no hay nadie como yo, no es que esté echando flores sino quitándomelas).

Qué estilo que tengo bailando...





Eso sí, aquí también lugar para el pijoterismo. Hay gente que va con pantalones de boxeo o guantes específicos como si fuesen a pelear contra el mismísimo Iván Drago. Joder, que para romper una mandíbula imaginaria es suficiente con un guante imaginario.

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