Dados los calores del verano el
otro día me metí en la clase de Body Combat. Decidí darle (o darme) una segunda
oportunidad después de año y medio en el que lo probé y lo dejé por culpa de
una lesión latente en el tensor.
Jurando en arameo en la camilla
del fisio (el arreglo en el tensor duele más que un puto Alien saliendo de la
tripa del compañero de Sigourney Weaver) dije “Nunca Mais”. Ya. Como en todas las carreras.
Me gusta la música del Combat
para correr. Puede que el 20% de mi lista de reproducción sea BC. Te da un
subidón que no veas en esas cuestas que se alargan. Si, además, puedes
visualizar a mediodía a base de meter ostias imaginarias era cuestión de tiempo
que nos reencontráramos para siempre con ese poso como en las pelis pastelonas que
ponen en Navidad. Y voto a bríos que así ha sido.
Le he encontrado mucha utilidad como entrenamiento
cruzado. A diferencia de la primera vez ahora sí que le he visto un sentido al
ejercicio (no, no es deporte), más que nada porque requiere mucha técnica que
se adquiere en otros entrenamientos. No se trata de dar ostias sin ton ni son,
no. Hasta para dar ostias hace falta técnica.
Para empezar es importantísimo
mantener el transverso firme (las “señoras” que hacemos Pilates, Yoga o Body
Balance sabemos qué es eso y cómo trabajarlo), lo que repercute en una menor
carga sobre glúteos, piramidales, lumbar, abdominales… lo que ahora se llama
“core”, vamos.
La respiración, fundamental: gritando cuando se dan patadas u
ostias expandimos la caja torácica comprimiendo con ello los músculos core y
evitando lesiones (aparte de la tensión que se libera). Esta vez he descubierto
que es cojonudo para las abdominales (oblícuos sobre todo): al elevar o girar
el brazo estamos tirando del abdomen que no veas y, si se acompaña con la
cadera, el hombro sufre menos. La intensidad aeróbica es muy intensa.
Lo que no he conseguido aún es
coordinar algunos movimientos. Los movimientos sincopados y yo no nos llevamos
bien. Nunca he sido buen bailarín. Ni regular. Ni malo. De hecho soy un pésimo
bailarín. Esos movimientos de Thai Boxing que simulan agarrar la cabeza del
contrario y machacarla contra la rodilla los llevo mal; mejor dicho, no los
llevo: Robocop a mi lado es Joaquín Cortés. ¿Os acordáis de las momias de “Barrio
Sésamo”? Pues algo así es mi estilo único (porque no hay nadie como yo, no es
que esté echando flores sino quitándomelas).
Qué estilo que tengo bailando...
Eso sí, aquí también lugar para
el pijoterismo. Hay gente que va con pantalones de boxeo o guantes específicos
como si fuesen a pelear contra el mismísimo Iván Drago. Joder, que para romper
una mandíbula imaginaria es suficiente con un guante imaginario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario