miércoles, 18 de mayo de 2016

Athleisure: Los leggins son el chándal del siglo XXI

Después de una temporada (larga) desconectado paso a ponerme al día... cambios, muchos cambios pero no por ello he dejado de pensar, escribir (menos) o correr.

Por una vez parece que soy un trending setter sin saberlo. Bueno, yo o cualquiera que corra… porque por lo visto ahora lo que se lleva es el athleisure, una tontería del primer mundo que consiste en disfrazarte como si fueses el puto campeón del Iron Man de Hawai para ir a comprar el pan. Vale que Carmena sea la madre de Islero (no te lo perdonaré jamás Carmena), pero las calles de Madrid aún no están tan mal. Coño, que sale en el Vogue ése .

Pero si hasta hay un código de estilo (dress code, si os sentís más cómodos).

Cuando empecé a ponerme mallas hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana mi mujer me mandó a ponerme un meyba encima (por si no sois de Córdoba… un pantalón corto). Y hoy ya veis, las mallas, que de por sí son algo más que explícitas tienen hasta transparencias y son de colores claros, que vaya tela que pinta tienen algún@s cuando el sudor hacer acto de presencia. Puedes ir al Mercadona, a misa o hasta el Congreso que nadie te va decir nada (qué gracia me hizo Bono -exministro- cuando le oí decir que en el Congreso ahora se exige menos etiqueta que en un chiringuito de playa).

Nótese que escribo mallas y no leggins porque aún no sé la diferencia entre unas y otras. Bueno, sí... unas mallas no cuestan más de 50-70 lebros en su gama más alta y por los leggins te pueden pedir lo que quieran. Siendo igualmente de Nike, Asics, Kalenji o Nisu.

Mi mujer, que se fija en todo, dice que cuando va a nadar los sábados por la mañana las mamás (una madre se autodenomina “mamá” aunque la prole tenga la edad legal para votar) van más preparadas que las hijas a clases de natación. Su outfit (para que veais cómo domino esto del mundo it girl): mallas drifit con más colores que el botiquín de Pocholo, zapatillas pro-nation fluo, cortavientos técnico (que transpire, por favor, ceñido y, si va a juego con los cordones y la goma del pelo mejor). Al principio pensaba que se iban a hacer unos 8x1000 RC 90’’.


Ante todo naturalidad... mamá con el bocata de nocilla diciéndole a la niña que todas sus amiguitas ya están en el agua.

Pero que va… mientras la niña nada (tercera persona del singular del verbo nada) ella…. nada (adverbio de cantidad). Bueno, maticemos… nada no, palmerón de chocolate mientras lo damos todo con el whatsapp, que no veas el consumo de glucosa intensivo que se da cuando uno está en el grupo de “mamás del cole” un sábado por la mañana entre fotos de bomberos, deberes de los niños, gifs de gatos o elementos varios que nunca hemos recibido ni nunca hemos enviado.

Esto para mí es chandalismo puro y duro. Sí, esa prenda que ahora no es cool y que sólo lo usan los Camela y los preventivos de Alcalá Meco.

Como un gen recesivo a la espera de que se den las circunstancias para brotar ahora ha explosionado. Se han apuntado las hijas de las madres chandalistas del siglo XX. Porque, “¡A numerarse!” como se decía en la mili… Que levante la mano quién no haya salido en chándal a la calle más allá del contenedor de basura.

Ah.. porque algo falla cuando en el Juan Carlos I (parque periférico de Madrid, en el distrito de Barajas) se ve a un niño con una bici de Bob Esponja, su hermanita con la bici de la Barbie y su mamá que va más puesta que Jeaninne Longo. O su papá que lleva una bici de carbono. Ríete tú de Rayo MacQueen.


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