lunes, 2 de abril de 2012

Media Maratón de Segovia 2012 (parte II)


Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…

De la misma forma que el mejor manual de fotografía es un libro de pintura, el mejor texto de motivación “runner” puede ser de Machado, quien, por cierto, vivió en Segovia trece años. Ni títulos grandilocuentes como “Nacidos para correr” ni aparentemente intimistas como “De qué hablo de correr cuando hablo de correr”.

Cuando uno va a alguna carrera, muchas veces lo de menos es la carrera en sí. De hecho la carrera puede llegar a ser una excusa, y no seais mal pensados.

Pienso que una carrera no debe dejar de ser lo que es, un medio para constatar y superar los límites de cada uno. Cuando la convertimos en un fin en sí mismo nos encontramos con que no disfrutamos de ella porque vamos más pendientes de los ritmos que de disfrutarla.

Lo de menos, pienso, es el tiempo que hagamos, salvo que sea para vacilar con Fernández, el de Contabilidad, que no es capaz de bajar de 1:50 por muchas mariconadas técnicas que se compre, mucho más caras que las mías, pero que son “la potencia definitiva del universo” que les hará igualarme. No digo que no sea importante, que lo es, pero hay otros factores alrededor que para mí hacen que el tiempo final pase a un segundo plano. Como todo en la vida, lo importante es disfrutar del momento, del recorrido, de la gente con la que vas. Cualquiera que haya corrido más allá de la nevera para coger una cerveza para poder criticar a Raúl con la garganta húmeda “éste viejo no tiene ni puta idea” sabe que hay carreras para disfrutarlas y carreras para hacer marca o “Personal Best”, (tal y como les gusta decir a los que confunden lo exquisito con lo gilipollesco).

Sé que para el profano esto puede resultar paradójico, que los términos “disfrutar” y “correr” son antagónicos a su entender como “político” y “honesto” lo pueden ser para mí.  

Es indescriptible ver cómo amanece sobre Segovia, con el sol de costado iluminando el Alcázar y la Catedral como elementos más visibles con la Sierra de Guadarrama al fondo con las cumbres nevadas, los campos recién sembrados de cereal y un cielo azul intenso (lo siento, el género masculino sólo distingue entre azul clarito y azul oscuro, los que vienen en unos plastidecores de 12).

Acostumbrado (y encantado) de correr solo o acompañado en silencio, cuando la gente anima a unos perfectos desconocidos aplaudiendo y gritando te pega un subidón que no veas. Aunque no vaya contigo también te pone la carne de gallina un grito “¡¡Artilleeeeeeeeros!! ¡Con dos cojones!!” cuando alguien ve pasar el estandarte de la Batería, con ésta detrás y que suena a algo así como "¡¡Espartaaanos!!¿Cuál es vuestro oficio?".



Después de hacer cientos o miles de kilómetros por parques, jardines, carriles-bici, calles, carreteras, canales, cañadas, veredas y acequias, enfilar los últimos metros esprintando para pasar por debajo del Acueducto es un momento irrepetible que hay que disfrutar.

¿Y cómo entra el cervezón de después? Pocas cervezas entran mejor que ésa que te tomas con tu familia o con los amigos a eso de las 13:00 un día de calor después de apretarte media maratón.¡¡joder qué sed!!.

Si llevas cuidándote un poco con la comida durante semanas, en las que, por lo visto, llegas a ver un 30% de carbohidratos saturados, un 20% de grasa y un 50% de proteínas en lugar de unas chuletillas de cordero con patatas ¿cómo te sienta el chuletón de después? Me autocensuro, que luego me cae un chorreo. El cochinillo del otro día me supo a gloria, y los judiones ni te cuento.

Hace un par de domingos disfruté muchísimo. Corriendo, sí, pero lo de menos fueron los 21,097 metros.

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