lunes, 21 de noviembre de 2011

Pasando el mono (malamente)

Llevo algo más de un mes regulándome. Corriendo suave. Yendo al fisio. Saliendo menos a correr, sin forzar. Y todo por las molestias en el isquio/bíceps femoral izquierdo.
 
Hace dos domingos salí prontito y disfruté como un enano. Carrera a ritmo de rodaje, 5:10, sin forzar, reduciendo el ritmo cuando notaba la más ligera molestia real o figurada (como dirían los Serrano, creo que he terminado “sodomizando”). En una mañana sin frío, sin viento, con esa claridad y brillo que sólo hay en los días claros de Otoño y lleno de fuerzas troté 14 kms sobrado, con fuerzas suficientes como para haber hecho unos pocos más, pero con miedo a pinchar en la curva siguiente.
 
Dos días después me bajo al parque a correr suave y poco a poco empiezo a subir el ritmo: 5:00, 4:56, 4:52… hasta 4:40 en el octavo kilómetro. Todo iba “fenófeno” y decido volver a casa por si acaso me sigo flipando y, metiendo más caña, me termino rompiendo.
 
Empiezo a estirar un isquio, el otro con la pierna en alto, luego sentado en cuatro… y me da un leñazo que me cago. Un dolor intenso, localizado en el centro del bíceps femoral ¿me habré pasado?
 
Así que me voy al médico, sin saber si tengo una sobrecarga, una contractura o alguna rotura. Para romper el hielo, le digo que tengo fastidiado el músculo de moda, el bíceps femoral, y se descojona… porque por lo visto es médico de la Federación Madrileña de Fútbol, con lo que “algo” debe saber. Para mi consuelo y tranquilidad me dice que no puedo tener rotura porque de tenerla, al presionarme rabiaría como un perro (esto es cosecha propia).
 
De 7 a 10 días sin hacer ejercicio, ibuprofeno y antiinflamatorio. “¿Nada?””¡Nada!” (como Tip y Coll, y eso que traía traje). “Mire, voy en bici a currar” “Vaya en transporte público” “Mire, si fuese en transporte público tendría que andar veinte minutos, pero si voy andando sólo quince” “Entonces vaya tranquilamente andando, en bicicleta o en coche de peseta”.
 
Así que hasta bien esta semana a recrearme en el pecado capital de la envidia, el más español de todos. Envidia al ver a corredores madrugadores, de mediodía o nocturnos por no poder correr a mediodía disfrutando de mi ración de endorfinas. Envidia por tener que llevar un desarrollo que sería cómodo hasta para mi compañera de cruasán plancha con nutella y café con sacarina, dos paquetes de Fortuna diarios y noventa kilos en canal ¿Mono? Sí, mucho, pero tampoco es plan de hacer el gilipollas… otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario