lunes, 13 de junio de 2011

Tocando el pito

El verano es esa época del año en la que se llenan los chiringuitos y los gimnasios (términos mutuamente excluyentes), playas y piscinas. Hacemos más gazpacho, las sandías están espectaculares y los enanos están de vacaciones. Georgia Dann nos presenta su última canción, que siguiendo la línea de los últimos 40 años se llamará “El bronceador”, “la sombrilla” o “la jarra de sangría”.

Ante el horror de que las ensaladas invernales no han conseguido el efecto deseado no ya de reducir el peso sino de mantenerlo, inmediatamente se activa el Plan B, que es el de “hacer deporte”. Y es que, amigos, una ensalada no es una hoja de lechuga con una lata grande de atún, medio queso fresco, un puñado de macarrones, maíz y taquitos de jamón york del tamaño del pulgar de Shaquille O’Neill; no, eso es un plato combinado.

Inmediatamente el susodicho o susodicha baja al trastero y saca la bici dejada de aquella manera en un momento de euforia deportiva el verano pasado. Como desde entonces no se ha tocado, las ruedas están desinfladas, tienen menos aire que los pulmones de Guti. También tiene un dedo de polvo, y la cadena se ha oxidado de no usarla. Después de perder un día en ponerla a punto (o previo pago de 40 pavos para que alguien lo haga), el susodicho o susodicha se lanza al parque, en una salida digna de Induráin en la contrarreloj de Luxemburgo en la que dobló sucesivamente a Armstrong, Bugno y Chiappucci. Claro, en la primera curva susto del copón.

Una vez en el parque unos seres extraños se cruzan en el camino ¿quién les ha dejado pasar? ¡¡menuda Policía!! ¿dónde está cuando se le necesita? ¡¡mierda de bici que no tiene luces largas como mi todoterreno!! Y claro, se tienen que quitar, faltaría más, que la susodicha va lanzada a la gloria, notando como las calorías se queman a una velocidad de vértigo mientras pierde una talla por cada kilómetro recorrido. Esos seres extraños son un padre con sus hijos (el menda y los enanos, por dar pistas), llenando unas pistolas de agua, y jugando con ellas. Como han tenido la osadía de cruzarse en el velódromo de Villarrosa, el particular espacio de gloria deportiva de la susodicha, se pone a darle al timbre porque se le ha olvidado en casa la Browning de 12,70 mm de la Gloriosa Infantería del Ejército Español.

Y claro, se quitan por instinto, más que por otra cosa.

Querida susodicha: aparte de que tocarle el pito a un extraño a plena luz del día y en una zona infantil queda muy feo, debes saber que ir en bici por un parque está prohibido, y que hay que ir por la calzada o por las vías específicamente habilitadas (lo que es un carril bici). Otra cosa es que socialmente esté tolerado (bien por desconocimiento o por simpatía hacia la bici). Bueno, sólo pueden circular las bici de niño (hasta doce años), y tú hace por lo menos 30 que no los cumples.

Si no quieres que te molesten esos seres molestos que son los niños en tu particular lucha contra la talla 46, levántate tempranito, a eso de las 07:00 (que en Junio los días son muy largos y hace sol) y vete al parque aunque esté prohibido. La sombra de tu ego sólo tapará a algún perro despistado y a algún runner que probablemente vaya más rápido que tú.

Personalmente pienso que prohibir por prohibir no está bien, y que no sería necesario si existiese un respeto mutuo. Pero claro, respetar a los demás implica fastidiarse un poquito, y en esta época de culocentrismo cualquier frustración del ego se considera un ataque directo y personal hacia uno mismo y hay que reaccionar.

Cuando yo salgo en bici voy todo lo temprano que puedo, no más tarde de las 09:00, y hago un combinado carril-bici-calzada. La zona norte de Madrid (Hortaleza-Sanchinarro-Las Tablas-Montecarmelo-Puerta de Hierro…), con sus amplias y desérticas avenidas, es muy propicia para ello, pudiendo hacer tranquilamente 40-50 kilómetros entre ida y vuelta sin tener que dar por culito en ningún parque. Una cosa es pasar “un momentito” y otra es pensar que estamos en Silverstone. Además, que coño, la bici de ciudad sufre menos en asfalto que en un parque. Para eso es una bici de ciudad ¿no?.

Tampoco hubiese sido necesario prohibir fumar en ningún sitio cerrado si ningún cabrón pensase en ese niño de un año que está sentado en la mesa e en frente, pero no, que se joda, que yo me fumo mi puro y me aprieto un güiscazo porque para eso lo pago.

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