lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Oír o escuchar?

En una conversación con una de mis pocas lectoras sobre un “post” anterior, me sugirió que cambiase “escuchar” música por “oír” música cuando se corre, sobre todo porque uno tiene la manía de distinguir entre ver y mirar o usar apropiadamente oír o escuchar, lo cual me hizo pensar.
 
Cuando corremos, aparte del ejercicio, ¿oímos o escuchamos música?. Buena pregunta. Pienso que se puede oír o se puede escuchar, dependiendo del día, del momento, del ejercicio, del sitio donde se corra o de la canción.
 
Cuando estoy haciendo un rodaje largo, a un ritmo constante, no necesito estar pendiente de la respiración, ni de las pulsaciones ni del pulsómetro para controlar el ritmo (aparte de que el listo del GPS me avisa cada kilómetro del tiempo parcial); clavo los kilómetros al ritmo de crucero (o al previsto, si hago algún “progresivo”). Cuando estoy en el parque de siempre no tengo que estar pendiente del tráfico, ni de la gente con la que no me cruzo debido a las horas a las que voy ni de qué camino tomar. En una ciudad como Madrid, donde llueve cuatro días al año, tampoco es necesario andar pendiente ni de la lluvia ni de los charcos, que suelen traer agua, la cual se suele secar sin consecuencias letales para el organismo ni a corto ni a largo plazo. En estas circunstancias me termino abstrayendo y pienso en mis cosas con la música puesta o no.
 
De la misma forma, cuando voy sin auriculares, también me gusta escuchar cómo crepitan las hojas secas del otoño inminente, el ruido de la nieve virgen prensada, cómo se agarran las zapatillas a la arena del parque, del campo o de la playa (siempre hay matices que las diferencia), cómo suenan miles de zapatillas en las salidas de una carrera multitudinaria y su eco en las calles vacías y estrechas o los pájaros madrugadores o trasnochadores (hay lechuzas en el JC1).
 
Aunque normalmente estos sonidos (que no ruidos) se oigan más que se escuchen, merece la pena escucharlos. Al fin y al cabo, cinco minutos más tarde voy a salir del parque para volver a casa pasando por encima de la M40 con su sempiterno atasco “de Vallecas a Coslada” y oír después el monótono ruido de decenas de teclados, teléfonos y conversaciones que hay en la oficina.
 
Un proverbio árabe (y “Cuando el mar te tenga”, canción de “El Último de la Fila”) dice “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”. Cómo me gustaría que en la entrada de la oficina hubiese el cartel que hay en el colegio de mis enanos: “Escucha el silencio/Listen to the silence”, toda una declaración de principios.
 
En lo deportivo sigo de pretemporada, pero afinando. Hoy, troticochineo a 138ppm y 5:12. 11 kms con más frío que sueño, que se acerca el otoño, y el viernes, más fuerte, 10 kms a 4:45 y 147ppm. Si todo sale bien, el domingo iré a una carrera sin dorsal, y no es que no quiera pagar (que no quiero), es que además se han acabado. La carrera es la de Madrid corre por Madrid, con salida y llegada en el Retiro y recorrido por el centro, todo un lujo. ¿Aspiraciones? Pocas, las verdad. Con bajar de 44:00 me doy con un canto en los dientes.
 
¿Y qué decir de las victorias sobre Francia? Pues que el sabor de la victoria es doble si ésta es sobre Francia (Capa Davis, Eurobasket), en Francia (Tour, Roland Garros, etc), contra Francia (el Gran Capitán) o a pesar de Francia (sanciones de la UE a los gabachos por quemar nuestras frutas y verduras).

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