martes, 27 de septiembre de 2011

Un clandestino corre por Madrid

El domingo pasado corrí por Madrid. Menuda novedad, pensará alguno; viviendo en Madrid lo normal es correr por Madrid, o en Madrid. No, lo que quiero decir es que el domingo fui a la carrera de “Madrid corre por Madrid”. Fui sin dorsal (de ahí el título) por una cuestión de olvido más que de principios (se me olvidó inscribirme hace meses), y me gustó mucho la carrera.

Para empezar fui en bici desde casa. Doce kilómetros a las ocho de la mañana se hacen muy rápido, sobre todo si casi todo el recorrido es cuesta abajo. Bajar por Alcalá sin tráfico a las 08:30 es una sensación rara y gratificante a la vez, ya que el aspecto es parecido a la fantasmagórica escena de “Abre los Ojos”.


A esas horas, en bici, se puede disfrutar del privilegio de disponer de la calzada sin apenas coches que te ahúmen. Dejar la bici en la puta puerta de donde quieras es siempre un privilegio (aunque suene pretencioso, pinchad aquí).

Después de algo más de media hora y bastante frío ( con trece grados se me ocurrió ir en manga corta) cando la bici donde había quedado y vamos para la línea de salida. El ambiente en el Retiro “como siempre” (sólo he ido a tres carreras en el Retiro, pero el ambiente ha sido el mismo las tres veces, de ahí el entrecomillado), efervescente. Mucha gente de un sitio para otro, calentando, de broma y a la espera de que empiece la carrera.

Lo que no cambia en ninguna carrera es al gilipollas de turno con el micrófono, que se supone que nos anima. Los que nos levantamos a las 07:00 ó 07:30 un domingo sin que nos paguen por ello ya vamos lo suficientemente animados como para que un aspirante frustrado a locutor de Radio Taxi nos trate como a quinceañeras que hacen cola en un concierto de Justin Bieber. Los gritos de “¡ánimo chicos, que quedan diez/nueve/nueve/ocho… minutos!” sobran. Por favor, que los quiten, que se repiten más que una tostada con ajo. Tanto porculito dio el perla que ni se escuchó el pistoletazo de salida. En fin…

La sensación en las piernas después de pedalear y antes de la carrera era un poco rara, pero enseguida se pasa. Al fin y al cabo, los primeros 1.500 metros poco se puede correr por la aglomeración inicial y el embotellamiento que se produce en las dos primeras curvas; al menos puedo escuchar las miles de gomas de las zapatillas golpear contra el asfalto de O’Donnell mientras se oye a algún gilipollas romper ese momento mágico diciendo la tontería de turno.


Lo mejor de la carrera (por no decir lo único) es sin duda el recorrido y el tiempo, componente más aleatorio que el primero. Salvo MAPOMA, hay pocas carreras en Madrid que pasen por sitios tan emblemáticos en tan sólo diez kilómetros. Se baja desde El Retiro por Alcalá, con el obligado y sentido paso por Cibeles, para subir por Gran Vía. Posteriormente se gira por Callao hasta Sol, y desde ahí por Arenal hasta el Palacio Real, girando en Bailén para volver por la Calle Mayor, Sol nuevamente y bajar por la Carrera de San Jerónimo, Sevilla y Alcalá hasta Cibeles, donde se dobla para enfilar el Paseo del Prado hasta dar la vuelta en la Glorieta de Carlos I (¿por qué empeñarse en nombrar calles y plazas a un rey que todavía no ha sido nombrado?) previo paso por Neptuno (nada es perfecto) y vuelta al Retiro.

¿Marca? 44:27, a 4:27 de media. La subidita por el Paseo del Prado se me hizo larga (muy larga), y la de Alcalá al Retiro ni te cuento. Llevaba una media más que decente para lo que llevaba entrenado, 4:15, pero los tres kilómetros siguientes los hice a 4:32. Eso y un primer kilómetro a 4:59 hicieron que me fuese a 44:27. Excusas y pajas mentales aparte, tampoco estaba para bajar de 43:00, por lo que me quedan muchas series y muchas carreras a umbrales anaeróbicos para volver a acercarme a 42:00 si es que quiero alcanzar algún día los 40:00 ó 41:00.

Después otros doce kilómetros en bici para llegar a casa previo paso por el Retiro (había que aprovechar que estábamos ahí), ya con más tráfico y calor. Vamos, que si hago unos largos en el estanque y un poco más de bici me hago un triatlón olímpico como un campeón.

¿Lo mejor de todo? El cervezón y la comida con la familia. Gracias a los cuatro.
 

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