lunes, 7 de marzo de 2011

La Mala Educación

Pudo pasar el mismo día; a efectos literarios la libertad es absoluta, y los hechos pueden fusionarse o segregarse a gusto del escritor hasta el límite que le marque la cómplice credulidad del lector. Pero no, pasó en días distintos. En mis solitarias carreras paso muchas veces al lado de varios campos de fútbol, alguna cancha de tenis y por el costado de un oseacampo de golf que se supone que es público, pero que en la práctica es privado por ser privada su explotación y tener unas absurdas normas de etiqueta de acceso.

En más de una ocasión, cosas del juego, la pelota se sale del campo, y, para no tener que dar la vuelta, se le pide a un recogepelotas involuntario que la devuelva.

No importa a quiénes se le escape, que si veteranos, que si noveles, Yosuas o Kevines de Jesús, todos, absolutamente todos, te piden por favor que le eches un balón de fútbol que se ha ido a 50 ó 100 metros de donde tú estás. Algunos incluso te hablan de usted (eso sí que jode), pero, qué coño te van a decir, si tienes veinte años más que ellos. Me desvío un poco, agarro el balón y se lo devuelvo; tampoco estoy en la última curva de la final de 1.500 metros como para pasar de ello. Hoy por ti y mañana por mí, que los enanos ya patean fuerte el balón.

El otro día, corriendo por el JC1, iba pegado a la valla que delimita el parque de uso público del campo de golf "público" de uso privado (Golf El Olivar) cuando a unos metros de mí vi como volaba una bola. Un gilipollas con pantalón de cuadros como su puta madre de feos me gritó “¡¡eh, tú, la bola!”. “¡Eh, tú la bola!”. Pagas 30 euros por estar dos horitas dándole a unas bolas con unos palitos que te han costado mil pavos y te diriges a alguien con un “¡Eh, tú la bola!”. A alguien que pasa por ahí, al otro lado de la valla. “¡Eh, tú la bola!”. Menuda educación. A cualquier gilipollas le pones un palito de golf en la mano y un caddy que le lleve la mochila y le sale la vena cortijera.

¿Qué pensáis que hice? Dos opciones:

1.- Respondí “A la orden de vuecencia, mi general”, y salí corriendo los 500 metros que había volado la puta bola. Es lo que tiene tirar con efecto para dejar la bolita al lado del hoyo, que se te desvía un poco.

2.- Respondí “¡Cógela tú con los huevos!”, y seguí corriendo.

Una vez más se pone de manifiesto que dinero y educación no tienen porque ir unidos. Si acaso, el dinero puede comprar una buena escolarización, pero la educación se enseña en casa (o no), y es gratis. Como correr. Para todo lo demás, Mastercard.

2 comentarios:

  1. Genial entrada en tu blog (por cierto, lo he "descubrido" hace poco). A mi hace nada una señora mayor me dijo desde la ventanilla de copiloto de un coche, en un día de lluvia fuerte: "OYE, CHAVAL, dónde está la calle patatín?"... me acerque al coche, le hice repetirme la pregunta y me di la vuelta sin contestar. Así que no es cuestión de gente joven o mayor.

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  2. :D!! ésa tb es muy buena. Muchas gracias. Un "perdona/perdone, por favor, disculpe/a..." no cuesta nada decirlo y la reacción siempre suele ser buena.

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