viernes, 2 de septiembre de 2011

Se me rompió el GPS... de no usarlo.

Se me ha jodido la pantalla del pulsómetro, lo que en la práctica viene a significar que el cacharro entero se ha roto.

La libertad “literaria” que uno tiene cuando aporrea las teclas junto con la naturaleza propia del cordobés, exagerada hasta la hipérbole, me permitirían decir que se rompió haciendo un descenso a tumba abierta por el Kilauea, o que recibí un golpe de uno de esos tiburones que pululan por las aguas del Pacífico del que sólo pude zafarme tras una dura pelea en el que tuve que emplear el machete, o que sufrí una agresión del cabrón de Armstrong en la recta final del Maratón.

No, la verdad fue un poco menos épica. El muy inconsciente se cayó desde un mueble (mi entendimiento masculino me impide distinguir entre cómoda, sinfonier y todas las rarezas que no sean “silla”, “mesa” o “armario”, por lo que todo lo que no entra en alguna de estas categorías es, simplemente “mueble”). Ni la más portentosa de mis estiradas al estilo Casillas pudo evitar el desastre. Mira que ha corrido y rodado kilómetros y kilómetros, y va y se tiene que fastidiar con una simple caída.

Iluso de mí, pensé que la garantía podría cubrirlo o incluso el seguro de hogar. Pero qué gilipollas… al ver los términos de la garantía, ésta excluía expresamente accidentes (lógicamente), y el seguro de hogar tampoco lo incluye.

“Bueno” (le comentaba a los del servicio técnico), “al menos me cambiarán la pantalla. “¡¡No, no, qué va!!” (léase con un tono de sorpresa), “en estos casos lo que hacemos es sustituir la unidad completa”, “Vamos, que se rompe la pantalla y me dais un reloj nuevo”, “Sí”. Es decir, que lo de “servicio técnico” tiene poco de servicio y mucho menos de técnico. ¿Qué se rompe una pantallita? No hay problema, te vendemos uno nuevo. Esto es como si se te rompe el cable del freno de la bici y te dicen que ¿Speaking in silver? 180 pavos, casi como uno nuevo.

Lo que me jode no son sólo los 180 pavos (hay que currar bastante para ganarlos), sino el hecho de que no se pueda reparar una simple pantalla. La conexión GPS funciona, encuentra el satélite sin problemas, al igual que las funciones de medición del pulso. Entonces ¿por qué no se puede solucionar de una forma menos agresiva y más sostenible? Desde que en casa vimos el documental de la “Obsolescencia programa-Comprar usar tirar” estamos más concienciados con todo lo que se mueve alrededor de los ciclos de vida de los artículos de consumo. Si queréis ver dicho documental pinchad aquí .

Así que ya sabéis, si tenéis uno de estos delicados aparatitos buscadle un cómodo hogar donde descansar, alejadlos de las fuentes de calor, frío y electromagnéticas, protegedlos de golpes como si fuesen vuestros hijos porque un golpe de nada no supone un sanasana-culitode-rana y un pelotazo de trombocid. No, una leche es como las que da Gallardón, 180 pavos. Treinta mil calas.


1 comentario:

  1. ¡No me lo puedo creer! Tu lo has dicho, sostenibilidad. Este mundo no hay quien lo sostenga si ocurren cosas de estas. No es que vaya de ecologista por la vida, pero tu historia me ha dado mucha rabia, asi que te entiendo. Y siento la gracia de los 180 pavos. Uffff

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